Sentido Común, el más extraviado de los sentidos.


Cada uno de los sentidos -cinco según la biología natural- sirven sin duda alguna a la raza humana para establecer comunicación con el mundo circundante. Los sentidos, mediante los extremos contrapuestos placer-dolor, operan para posibilitar la navegación en el mundo y a través de las vivencias se va conformando un mapa interno de lo que hemos de llamar «la realidad». A propósito, ésta muy sucinta descripción es para ir pronto a nuestro tema,  lo que Aristóteles llamó «koiné aísthesis», que junto a la memoria y la imaginación (phantasía) conforma el correlato interior a los sentidos mediante el cual edificamos nuestro conocimiento del mundo o nos apropiamos de la realidad.
El sentido común, expresado en lenguaje cibernético -mucho más familiar para las nuevas generaciones- es a manera de “sistema operativo”  para el individuo, el elemento que sirve como configurador y ordenador de nuestra noción y a su vez conmensura las reacciones que se enervan producto de los impulsos obtenidos del roce con lo externo. Las progresivas configuraciones al sentido común se adquieren de manera primaria por tradición, es decir, que la familia viene a dar el primer marco a dicha configuración y esta ocurre por supuesto en las edades tempranas de la vida, desde la percepción del sí (principio de individuación) alrededor de los dieciocho meses de edad, hasta los dieciséis años de edad aproximadamente, de acuerdo a los estudios en el tema[1]. Sin lugar a dudas, este proceso podrá continuar refinándose con el transcurso del tiempo y en la medida que el individuo se interese en el conocimiento de sí; pero este es tema para otro espacio.
De vuelta a nuestras consideraciones sobre el sentido común, dijo de ello Descartes en la primera parte del “Discurso del Método”, que es el bien mejor repartido entre los seres humanos. Pues, el 08 de octubre 2018, El Mundo de España, publicó una entrevista realizada por Cayetana Álvarez de Toledo, al Psicólogo Jonathan Haidt, con motivo a la publicación de su libro: “The Coddling of the American Mind”, en coautoría con el también profesor Gregg Lukianoff, entrevista que tomo la licencia de comentar en el marco del significado de «sentido común». El relato comienza con tres cuestionamientos –por demás pertinentes– a la forma en la educación americana y que trasladan inmediatamente a la europea, que bien puede hacerse imagen para el resto de modos de educación universitaria inclusive hasta en los aspectos de la educación y formación familiar hacia el adolescente, los cuales consisten en conceptos como: a) “lo que no mata, debilita”; b): “confía en tus sentimientos” y c): “la vida es una batalla entre buenos y malvados”. De manera que según el entrevistado, se está gestando una generación sin preparación para contrastar las dicotomías de la vida, una incapacidad para discernir adecuadamente en aspectos políticos claves tales como la democracia y con una alta susceptibilidad al bullying, alta propensión a la depresión y altos estados de ansiedad. La sobreprotección al niño es un elemento perverso pues no permite que el entrenamiento progresivo en enfrentar la adversidad fortalezca los músculos de su emocionalidad para cuando las circunstancias así lo demanden.
Apropiada también la referencia al consejero del expresidente Obama, Van Jones: "No quiero que estéis intelectualmente protegidos. No quiero que estéis emocionalmente protegidos. Quiero que seáis fuertes. No voy a pavimentar la selva por vosotros. Poneos las botas y empezad a caminar. No voy a quitaros las pesas…” Pero… -y aquí hacemos perspectiva de la propuesta- cuando se entra en asuntos de la libertad de expresión es necesario establecer los límites y es donde se hace imprescindible el marco del «sentido común». Los ejemplos que cita para criticar la opresión del pensamiento conservador durante sus años de universitario en Yale, a saber: “no haber escuchado nunca a David Duke, líder del Ku Klux Klan”, o haber leído “Mein Kampf” (Mi lucha, de Adolf Hitler), son hitos para colocar entre paréntesis la idea librepensadora, por cuanto estamos hablando de dar cabida a dos elementos constitutivos de ideologías que produjeron hechos lamentables en el siglo XIX. Podemos pensar en que Haidt caricaturiza mediante este ejemplo los rigores del conservadurismo, o que tal vez soslaya el hecho de que no se equipara exponer el aparato de juicio de un novel universitario, pleno de ilusiones y hormonas, contra el curtido criterio Haidt de hoy, conocedor de los procesos sociales que derivan del ensayo de dichas ideas.
Luego señala que el debate crítico se degrada. Las universidades están perdiendo su misión de educar para “ponerse al servicio de una facción” que sitúa como “de izquierda”. Advierte a Europa de no cruzar la línea del Rubicón de la censura, se entiende que su advertencia procede de lo que observa en la universidad de Norteamérica. Denota que la censura se reviste de buena intención cuando los censores dicen: “Lo que importa no es la intención sino el impacto”; y lo define con esta frase: “Pero es letal. Como es letal para los propios niños la intervención obsesiva de los padres y profesores para evitar que puedan sufrir en el colegio”.
Lo que deja a un lado Haidt, en su análisis sobre la censura y la sobreprotección tanto por parte de los padres como de las instituciones, es que éstas son reacciones o mecanismos de defensa enervados debido a una causa primera. La vuelta hacia el conservadurismo extremo que se usa como ejemplo y cuyo culmen es la llegada a la presidencia de los Estados Unidos de Donald Trump, se produce como rebote del pueblo americano que veía licuarse su estado de bienestar y la dilución de elementos emblemáticos de su cultura, lo que le lleva a abrazar la opción que más se parezca a su arquetipo. Nuevamente observamos que Haidt coloca la atención en las consecuencias y no en las causas y en esto la universidad tiene mucho que decir como centro activo de investigación de las realidades sociales, procurando observar más allá de lo aparente, para diagnosticar preventivamente los enemigos  principales del bien común y ensayar aquellos elementos que puedan canalizar su resolución.
De su planteamiento, lo que de David Hume cita: “La razón es esclava de la pasión y no tiene otra función que servir y obedecerla”, ha de verse como un desiderátum al cual a su vez oponer otra cita que también hace Haidt, esta vez de Buda: “Un hombre sabio debe aprender a controlar su mente como el entrenador a su elefante”. Aquí podemos observar la paradoja de la vida moderna, una sociedad que exalta las sensaciones y pasiones sin cortapisas y del cual también son sujeto, adolescentes y niños, cuyo proceso de constitución de su sistema operativo es lábil a discursos extremistas, a lenguaje seductor que pinta de colores oscuras visiones del mundo, completamente extraviadas del bien, pero que resulta difícil para las mentes en formación, distinguir de manera distinta y diferenciada. Esta información “abierta” ha encontrado amplificadores en las redes sociales y hasta en los medios de comunicación masiva que utiliza sin el adecuado sentido común, la exaltación de las sensaciones para la promoción de su producto.
Superadas dos guerras mundiales y una depresión económica sin precedentes en la historia, la humanidad aún lucha con sus contradicciones. Ante los avances de la tecnología en especial en las comunicaciones y la masificación de la información a través de las redes, en igual magnitud crece la incertidumbre de cara a lo que nos depara el futuro. Si a esto agregamos las carencias que se acentúan en la medida que nos aproximamos a los países en vías de desarrollo, no es para menos que la juventud se encuentre desesperanzada. De allí la importancia para que la sensibilidad de quienes piensan y organizan el viaje hacia el futuro, apunte hacia la determinación de las causas de lo que ocurre lejos de correr a apagar el fuego. Si bien es cierto que la censura representa una amenaza para las libertades individuales, en igual modo lo es la exposición a ideologías que vayan directamente a socavar los estamentos constituidos en la idea de bien. Hemos definido y suscrito los alcances mínimos que recaen en la Declaración Universal de los Derechos Humanos como una referencia de acuerdos para la convivencia, no obstante el resurgimiento de facciones tales como el islamismo extremo que no dejan de preocupar.
De lo general a lo particular, si los adolescentes están presentando dificultades para manejarse en el hostil mundo de hoy, ¡significa que la fábrica donde se ajustan los perfiles tiene un grave problema! Hay que mirar hacia el seno familiar y mirar qué elementos pueden haberse modificado de forma tal que estemos obteniendo estos resultados. Sin duda alguna hay un campo interesante que explorar y el diagnóstico de Haidt y Lukianoff es pertinente para llamar la atención temprana sobre un problema que afecta los elementos más importantes en la estructura de los individuos como es la personalidad.

Nota: Este artículo está basado en la revisión de la entrevista: Jonathan Haidt: "Si ustedes aceptan que la censura es necesaria están perdidos" publicado en El Mundo de España.
Dirección electrónica: http://www.elmundo.es/opinion/2018/10/08/5bba0870268e3ebc3a8b45cc.html




[1] Para una idea más amplia referirse a: -Erikson E. (1979). “Historia personal y circunstancia histórica”, España. Alianza Editorial, S.A.

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