- El espíritu de la pobreza, el factor multidimensional ignorado, presente en sus diferentes rostros.


Resumen:
     Las organizaciones que se ocupan de la pobreza, hacen sus mejores esfuerzos por encontrar y delimitar los factores que producen este flagelo y los débiles logros hasta ahora siguen siendo una cuenta pendiente con la humanidad. Por cuanto los efectos de la pobreza son más evidentes mediante la carencia material, importantes recursos económicos se destinan a la asistencia como forma de luchar contra esta epidemia. Los países desarrollados estudian sus fórmulas de éxito de modo que puedan establecerse recetas para su implementación en los «países en vías de desarrollo». No obstante innegables progresos, queda mucho por hacer y de las diferentes revisiones hechas queda la sensación de que aún hay temas no vistos y en campos inexplorados que impiden sólidos progresos en este problema.  En las siguientes líneas vamos sin prejuicios a abordar una perspectiva diferente de enfoque con el claro interés en estimular la discusión hacia nuevos paradigmas para confrontar el problema de la pobreza.

Palabras claves:
Espíritu, Pobreza, Necesidades

Resume:
     The organizations that deal with poverty make their best efforts to find and delimit the factors that produce this scourge and the weak achievements so far are still a pending account with the humanity. As the effects of poverty are more evident through material deprivation, significant economic resources are allocated to assistance as a way to fight against this epidemic. The developed countries study their formulas of success so that recipes can be established for their implementation in the «developing countries». Despite undeniable progress, much remains to be done and from the different revisions made there is still the feeling that there are still invisible topics and in unexplored fields that prevent solid progress onto this problem. In the following lines we go without prejudices to approach a different perspective of approach with the clear interest in stimulating the discussion towards new paradigms to confront the problem of poverty.

Key words:
Spirit, Poverty, Needs

Introducción:
“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”.
Mateo 5:3 [i]
     La cita que antecede corresponde con la primera de ocho bienaventuranzas que el maestro Jesús describe cuando pronunció el conocido “Sermón del monte”, llamado así por haber sido declarado desde una colina al norte de Israel, hoy conocida como el Monte de las bienaventuranzas (Eremos). «Bienaventurados los pobres de espíritu»… una interesante perspectiva pues, “pobre”, del griego ptojos, traduce, parafraseando la descripción del DRAE[ii], paupérrimo, necesitado, desdichado, infeliz. Notablemente diferenciado de una condición de ventura, pareciese carecer de sentido –o de cordura– quien se sabe pobre y lo asociase al disfrute de buena ventura. Por otro lado, la idea de espíritu insinúa, propone, dado su carácter sutil, a lo metafísico, a lo trascendente… más allá de los marcos que impone la materialidad. Contrario a sentir bienaventuranza, saberse empobrecido sugiere experimentar la pena de la carencia, la ansiedad de la privación. Sólo en una condición que trasciende la mera experiencia física, como es el caso de los monjes que mediante acto voluntario acogen la austeridad y renuncian a sostener su modo de vida en la procura de bienes materiales, se puede comprender un estado de felicidad ante la pobreza; y así de ésta manera, cumplen con un propósito que redituará en bienes mayores, precisamente sutiles, metafísicos, trascendentales… del espíritu.
     En éste sentido, la práctica de la pobreza es una forma de vida que permite enfocarse en “bienes en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre destruyen, y donde ladrones no penetran ni roban” (Mateo 6:19,20). Por tanto, aquí la austeridad de la pobreza, se convierte en un ejercicio voluntario que suscita el desarrollo de un estado de consciencia, de suyo, con fines a la bienaventuranza de la que alude el maestro Jesús, al trascender o liberarse de la opresión derivada de la agencia del bien material. Quien ejercita la pobreza con un propósito, es decir, el cultivo de un espíritu de desapego, no será objeto de las turbaciones que pueda producir la carencia, no se sentirá desprovisto o en desventaja con relación a quien mucho posea. Al contrario le provee de gozo, pues adquiere la potencia para acceder a nutrimento de una dimensión más apreciable que los tesoros de la tierra.
     No obstante, es de pocos la mira en el desarrollo espiritual como forma de superación de la pobreza. En contraste, es evidente el sufrimiento y angustia que evidencian las personas acontecidas por los avatares de la escasez y el notable carácter áspero y mórbido ambiente que se traduce en la peor de las vidas posibles. En un cercado de hambre y miseria es poco probable que quien busca entre los botes de basura un mendrugo para comer, levante la vista a lo sublime de una vida entregada a las virtudes… paradoja de: “Más buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). En el ámbito científico y de reciente data, con los avances en los estudios de las ciencias sociales, sumado a la contribución de la globalización, se han ido agregando elementos cada vez más sutiles que la mera asistencia vital (alimentación, vivienda, salud, etc.), para ocuparnos de un orden más trascendental... para configurar el “estado de bienestar”, más propio de estados de consciencia que fusionan otros órdenes de la vida menos groseros u ordinarios.

Las instituciones y los medios de producción en el marco de la pobreza
     Legatum Institute, ha estandarizado nueve indicadores a los que ha denominado: “Los nueve pilares de la prosperidad” los que se suman para cuantificar los grados de bienestar en una paleta de ciento cuarenta y nueve Estados o naciones[1]. En el resultado de la medición para el año 2017, podemos observar que, elementos tales como la gobernabilidad y hasta la ecología, son valorados como vectores en las nuevas fórmulas consideradas como constitutivas de bienestar. En este sentido, podemos deducir que dentro de una gama de ciento cuarenta y nueve paradigmas de mundo, tenemos extremos que están diametralmente separados en cuanto a participación en el estado de bienestar, estando unos calificados y otros tantos, profundamente afectados por su baja capacidad para gerenciar el fenómeno de la pobreza.
     Mediante una rápida mirada, podemos observar regiones que repetidamente recalan al fondo en las diversas estadísticas, no sólo en este informe, sino en otros tantos estudios realizados por organizaciones que miden la pobreza con miras a desarrollar programas para la superación de este azote[2]. Ahora bien, ¿qué ha marcado la diferencia para que algunas naciones hayan alcanzado mejor calidad de vida para sus ciudadanos, mientras que otras –en una mayor proporción– permanecen en las estadísticas como problema? ¿Puede estar la pobreza determinada desde «aspectos no materiales» ignorados hasta ahora y sólo tomados como consecuencias?
     Algunos autores atribuyen la totalidad del problema de la pobreza a la eficacia o fracaso en las políticas públicas que se implementan mediante, o a través de las instituciones del Estado. En este orden, vale declarar la idea de Estado o gobierno que adoptamos a razón de esta exposición. En especial en torno a la noción de Estado moderno, tal y como ha venido evolucionando desde la noción que provee Maquiavelo en los siglos XIV y XV. Concibiendo el Estado que emergido e iniciado su tránsito a través de las revoluciones y evolucionando desde la concepción feudal, aún conserva sustanciales vestigios estructurales desde su modelo primigenio en el que están encontrados los intereses de “los grandes” y los “del pueblo”. Regido además por un sistema de instituciones mediante un órgano ejecutivo, sistema de justicia, ejército y diplomacia, los cuales funcionan con cierto grado de autonomía. Díaz Müller, citando a R. H. S. Crossman, denomina los pueblos en función a “una reunión libre de individuos que, sin consideración alguna respecto a la raza o el lenguaje, desean vivir unidos bajo el mismo gobierno” (Diaz-Müller, 2013, p.403).
     En cualquiera de los casos, siguiendo la concepción del florentino, las sociedades proyectan dos elementos constitutivos a saber, una clase dominante (gobernantes, legisladores, intelectuales y de más reciente data, las corporaciones y medios de comunicación, denominados por Maquiavelo como “los grandes”) que ejercen su influencia sobre los ciudadanos (“el pueblo” indiferenciado[3]) y que de la calidad de ésta influencia dependerá también la conducción de los destinos de su sociedad ya que sus determinaciones guían el funcionamiento de la nación. Habida cuenta de la subordinación  a las convenciones establecidas mediante políticas de Estado y las cuales han de gozar en mayor o menor grado, de la legitimidad que le concede el consenso de la voluntad popular de los ciudadanos (Contrato social), pudiera esperarse que en el éxito de las políticas que deriven, reside el triunfo sobre la sombra de la pobreza. Siguiendo este análisis y de acuerdo a las premisas del Consenso de Washington, la solución sería eminentemente política; y que tiende a su superación en la medida del crecimiento del PIB[4] al propiciarse porciones más grandes para cada persona (Banerjee A., Benabou R., & Mookherjee D., (2013)). Sin embargo si de este factor dependiese, tan solo aplicando al calco fórmulas exitosas de los países del primer mundo resolveríamos el problema que viene aquejando de manera crónica a los “países en vías de desarrollo”. Y de ello da cuenta –al menos parcialmente– el progreso de algunas naciones emergentes que han adoptado medidas prescritas por organismos especializados (Banco Mundial, FMI, FAO, etc.) y que han servido de apalancamiento para que dichas naciones escalen en el estado de bienestar.
     Por ejemplo, el fenómeno conocido como “los tigres asiáticos”, evidencia que “los métodos” e instituciones que le promueven, juegan un rol sustancial en los procesos de desarrollo social[5]. Adam Smith relaciona el trabajo productivo y la bondad de la tierra como una fórmula a prescribir, y así lo señala en su obra “La riqueza de las naciones”. En esta línea de pensamiento se suscriben Acemoglu & Robinson (2012)[6] y examinan acuciosamente el problema del desarrollo así como hacen aportes para la solución de la pobreza. Su ejemplo comparativo con el que inauguran su tesis se basa alegóricamente en un valle del México del siglo XVII llamado “Nogales”, el que posterior a la guerra entre México y los Estados Unidos (1846-1848), para ser más precisos en 1853, quedó dividido por un cercado que parte en dos la realidad de este bucólico valle de Nogales. El sur adscrito al Estado de Sonora, México; y el norte en el Estado de Arizona, Estados Unidos. Una misma historia y costumbres que toman caminos diferentes y hoy experimentan el estado de bienestar desde distintas y opuestas perspectivas.
     Mientras que para los habitantes de Nogales del Estado de Arizona, es un hecho cotidiano el disfrute de los servicios tales como la electricidad, alcantarillados, servicios de salud mediante el Medicare, etc. que devienen de las instituciones de los Estados Unidos y que el Estado provee a sus ciudadanos; en el sur, –inclusive siendo una de las zonas más prósperas de México– la mayor parte de su población no alcanza obtener un título de educación secundaria, la vialidad es deficiente, padecen de altos índices de inseguridad y delincuencia, las condiciones sanitarias y el medio de vida en general, distan mucho de las que disfrutan sus vecinos del norte. En una primera aproximación podemos observar la acción que deriva de la idea de la dicotomía «institucionalidad extractiva o institucionalidad inclusiva».
     Existen algunas características sustanciales relativas a la ideología y que terminan por definir el carácter extractivo de un gobierno lo cual vale caracterizarlas. De éste carácter y en torno a las tiranías, el mantener a la población en situación de pobreza allana el camino hacia la implementación de mecanismos de dominación. Existen registros que evidencian por parte de regímenes totalitarios, de la utilización de fórmulas para que la población se mantenga en situación de pobreza con fines meramente útiles a la dominación por parte de la clase gobernante. La educación deja de ser un mecanismo de inclusión para tornarse en un sistema al servicio de la propaganda del gobierno; sin interés en promover la creatividad y el desarrollo tecno científico. Temen al emprendimiento, su principal objetivo es extraer las riquezas para colocarlas al servicio del poder instituido, por lo cual el poder económico debe estar bajo su total control. Ejemplo de ello vemos en la Rusia bolchevique y la nomenclatura encarnada en Lenin, en el Vietnam de los Jemeres rojos, Corea del Norte con la prolongada dinastía de Kim Il Sung (1912-1994) y el sistema Juche continuada en Kim Jong-un… tan solo por citar algunos casos. Sin duda este modelo es fiduciario de la pobreza de sus habitantes al sumirlos en la escasez, dada la producción de una renta limitada que ellos administraran a su antojo y siempre que no favorezca formas de articulación y movilización política. Por tanto, de las fórmulas de gobierno basados en la dominación nos abstendremos de comentar pues, claramente «su objetivo es la preservación de poder mediante la desarticulación de los medios de progreso» por lo que sus modelos son subsidiarios de la pobreza.
     En cuanto a naciones que han adoptado las fórmulas del liberalismo económico y no obstante a seguir los cánones prescritos, no han alcanzado los niveles de países del primer mundo como los Estados Unidos, Canadá o Australasia, nos interesa revisar sus fallos. Como lo señalan Acemoglu & Robinson, sociológicamente las explicaciones son multifactoriales y no han de atribuirse a un solo supuesto, por lo tanto es importante considerar –y aquí viene el segundo aspecto que destacan estos autores– «el factor histórico». Hace quinientos años, las sociedades inca y la maya eran de las más ricas del mundo conocido, sin embargo su estructura estaba centrada en una élite que disfrutaba de privilegios importantes por sobre otros grupos de la comunidad. Prevalecía una oligarquía primitiva con relación al resto de la población. Con la llegada de la colonización desde España, se profundizan los efectos del modelo oligarca sobre la voluntad general, por cuanto el reino –así como otras variantes de sistemas imperiales– usan a su favor el modelo de la oligarquía, haciéndose de los líderes y caudillos autóctonos para dominar a toda la sociedad y mediante el uso de la fuerza y el terror, apropiarse de las riquezas y la producción del nuevo feudo. América Latina tiene un historial común en cuanto los reinos europeos colonizadores, de alguna manera eran dados a la conquista para beneficiarse de los recursos naturales y acaso se encontrasen con pastoreo y cultivo[7], era confiscado y puesto al servicio de la corona. En todos estos casos, la sociedad nunca alcanzó la igualdad de oportunidades ni los hombres tenían la misma estatura ante la ley.
     Por otro lado, las instituciones inclusivas no temen y más bien favorecen el fomento del ingenio creativo, por cuanto su razón no es la preservación del poder sino estimular la libre competencia como factor regulador y moderador de la calidad de vida. Por tanto la tecnología encuentra terreno fértil en economías abiertas al emprendimiento lo cual estimula la investigación y desarrollo. Europa es la gran beneficiaria de la revolución industrial y este ambiente se esparció mediante la educación y la política le dio piso a instituciones con este contexto. Podemos visualizar en este análisis, el contexto de la paradoja de Nogales. En naciones víctimas de “instituciones exclusivas”, se desarrollan “círculos viciosos” que se perpetúan y fortalecen a través del tiempo y que sin duda, en la medida que las poblaciones se expanden, han de reproducir y reforzar fielmente esta «representación colectiva» que ha de predeterminar históricamente a las nuevas generaciones, como en el caso de las naciones que sufrieron los embates de una colonización inclementemente alienante y extractiva[8].
     En este mismo orden de ideas, las revoluciones han sido consecuencia de inequidades sociales; las clases oprimidas víctimas de privaciones, comparativamente con el medio de vida que ostentasen las clases privilegiadas y habiendo alimentado resentimientos que luego han de estallar para producir un nuevo orden donde obtener mayor ventaja, insurgen de modo violento contra lo estatuido –sin distinción de lo valioso o lo útil– hay una pretensión de justicia que se enmarca dentro de su mirada y entendimiento del mundo, lo que da forma a un nuevo estatus quo. Sobre las revoluciones se han escrito largos descriptivos de los avances políticos que de ellas derivan. Sin duda, escritas desde el palco de los vencedores, la nueva clase dominante que ha establecido el nuevo estado de cosas, exalta sus logros. Sin embargo, poco se contabiliza de las pérdidas y daños “colaterales” que representa la sustitución forzada de la clase dominante.  En la práctica, en el afán de abatir la inequidad y acabar con las políticas excluyentes, se impone una nueva clase que trae consigo costumbres y vicios que han coexistido culturalmente en su medio como weltanschauung[9]. A través de la historia éste ha sido el mecanismo continuado de sustitución de las clases dominantes que lleva consigo un hálito de círculo vicioso.
     Este disturbio invisibilizado recibe dividendos de la primera y segunda guerra mundial, eventos que arrojan sobre la sociedad subproductos psicológicos derivados de experimentar la violencia extrema. El ejercicio de la violencia exige a quienes participan, la práctica in extremis de lo más oscuro del ser humano. Los traumas que devienen de estas vivencias dejará en las mentes de los individuos marcas que no son fáciles de reconducir. Familias segmentadas, hambre, necesidad, dolor… experiencias que han sido contributivas para la constitución de ese espíritu ignorado de sociedad. Una sociedad lastimada en lo profundo de su psiquis adquiere sed para la venganza y el reclamo por lo sufrido… ¿Dónde queda aquí la tradición en el arte y la cultura que una vez estuvo consustanciada en el renacimiento? ¿Qué pasó con el impulso que trajo a Vivaldi, Beethoven, Liszt, o autores como Kant, Schopenhauer y otros de tantas más disciplinas que anticipaban el zenit de la especie humana? Y con mayor preocupación nos preguntamos ¿por qué no nos estamos ocupando del rescate de la vitalidad del «espíritu humano»?
     Sin dejar de lado la importancia de la reconstitución del estado de bienestar material en un mínimo de derechos consensuados como fundamentales, la tarea de restablecer el orden en lo integral del ser humano no debe quedar fuera de la agenda. Siendo una ley elemental el “cogito ergo sum” que intuye Descartes en su obra, el pensamiento y su cultivo debería ser epicentro de la investigación para la ciencia del futuro. La promoción del «Espíritu humano» no es reclamado con la misma intensidad que los derechos materiales, salvo en los espacios de la religión y desde luego condicionado a los espacios de la vida privada y atado a las vertientes de credo. Pero el Espíritu humano, aun cuando concepto o idea, no se resigna al claustro del orden religioso. Contrario a ello, ha de ser vital para el desarrollo pleno del «Ser», de modo tal que el hombre con un pensamiento cultivado, pueda producir “obras cónsonas con el bien”. El restablecimiento del tejido social, hacer visible la importancia de la vitalidad emocional del espíritu humano es indispensable para lo que Francis Fukuyama en su obra Trust[10] denomina “capital social”. Una red de individuos que habitan una geografía similar, con valores y cultura adecuados, colocados en redes sociales y educativas diferentes, pueden reconstituir la “confianza mutua”.
     Si bien es cierto que las instituciones y las políticas inclusivas son indispensables para el progreso, no menos importante es el sentido humano como artífice o azote de su propio éxito ante las trampas de la pobreza. Desde mediados del siglo pasado se ha venido confrontando la agencia individual (libertad individual) con las oportunidades sociales, económicas y políticas. No obstante, según algunas corrientes de pensamiento, las libertades individuales se han encontrado limitadas, como consecuencia de las privaciones que el medio económico subdesarrollado ofrece al individuo, derivando de esta interpretación de que “el individuo es objeto de su circunstancia”. Y sin duda que el hombre interactúa de manera simbiótica con lo que el entorno pone a su disposición y lo integra a su mundo interior (representaciones sociales). Pues, en este orden de ideas ¿bastaría entonces nacer o vivir en un país desarrollado para desplegar todo el potencial en latencia que pueda poseer el individuo? Los países desarrollados no escapan al problema de la pobreza en su seno, a pesar que los números sean inferiores a otros casos o que sus posibilidades asistenciales sean superiores a los otros Estados. 
     Volvamos a nuestra pregunta original: ¿Qué ha marcado la diferencia para que naciones hayan alcanzado mejor calidad de vida para sus ciudadanos, mientras que otros –los más– permanecen en las estadísticas como problema? Como lo evidencia el caso de Nogales, partiendo de un origen antropológico común, la presencia de las instituciones favorecen el progreso de las sociedades o mediante su ausencia o devenir precario, obsta en el desarrollo pleno del estado de bienestar. No obstante ¿Cuánto hay en la contribución del propio individuo en la construcción de su estado de bienestar? ¿Pudiera existir un «metafactor» que incida en los paradigmas de progreso o de pobreza? Todo indica que la pobreza, siendo un hecho «multidimensional» por lo tanto complejo, recorre transversalmente múltiples especialidades del saber; y que solamente considerando al hombre de manera integral[11], –no segmentado como el espectro del cientificismo ha impuesto– es posible promover respuestas interdisciplinarias pertinentes a su evolución.  
     Hemos recorrido ideas desde las teorías económicas a las sociológicas y después de lo citado nos queda considerar como aspecto central del asunto «el primer motor», por cuanto en lo volitivo residen importantes fuerzas que pueden cambiar la realidad de la sociedad. Parece que hemos desarrollado algunos consensos en torno a la idea de bienestar, aun cuando no en la forma de su procura. Además, ¿cómo establecer una idea de bien consensuada y que trascienda el paradigma cultural? En este sentido queremos detenernos sobre dos factores vinculados al desarrollo o parálisis del individuo ante el ejercicio pleno de la vida: a) Lo determinante del entorno en la configuración de la atmósfera de la pobreza y b) El locus de control dirigido por el «espíritu humano como energía viva» y potencial. Sobre estos temas ya se ha escrito en abundancia, sin embargo consideramos justificado nuestro enfoque cuando apuntamos hacia el «espíritu humano», el cual recorre longitudinalmente las diversas dimensiones de la pobreza.

Las instituciones y las dimensiones de la pobreza
     Volvamos por favor sobre los datos tomados del “Índice de Prosperidad” de Legatum Institute en su edición 2017, con el fin de precisar algunas intuiciones. Antes citamos que el estudio comprende ciento cuarenta y nueve regiones, entre las cuales, y siguiendo el modelo estadístico de Pareto[12], dentro de las primeras veintinueve posiciones (veinte por ciento del total de la matriz) tomamos algunos ejemplos de modo comparativo para demostrar su evolución. De la selección de los tres casos reflejados en el gráfico que sigue (Gráfico 1.), podemos observar la consistencia en mantener la posición obtenida –cuando no progreso– en el transcurso de los ocho años de la muestra.

Gráfico 1. Comparativo de las posiciones 1, 2 y 20 del informe 2017.
     En el caso de Noruega, quien ocupa el primer lugar de este índice de bienestar, vale señalar que esta nación de cinco millones de habitantes, cuyo PIB alcanza para el año 2017, la cantidad de sesenta y siete mil euros (EUR 67.000,00) per cápita, hace cincuenta años era uno de los países más pobres de Europa y su economía era fundamentalmente agrícola[iii]. Los economistas se inclinan a atribuir este éxito a una acertada administración de los recursos provenientes del petróleo, ¿apuntala esto la tesis de que la explotación de materias primas es vital para el desarrollo del estado de bienestar?  En torno a esto último, hemos tomado al puesto veinte en la tabla como ejemplo, España; la cual, aunque con un alto índice de industrialización y avances en tecnología, su actividad turística aporta cerca del diez por ciento del PIB, colocándola en las estadísticas como el cuarto destino turístico preferido a escala mundial, recibiendo más de cincuenta millones de personas al año[13][iv]. Con esto, queremos tomar una primera distancia en cuanto a la tesis de la ventaja que conceden los recursos del subsuelo a quienes habitan su territorio.

Gráfico 2. Países con economías tradicionalmente extractivas
     Para el Gráfico 2., hemos querido comparar tres regiones que aunque con distancias geográficas, idiomáticas y culturales notables, su economía ha estado centrada en la extracción y exportación de la riqueza del subsuelo, hecho por el cual se destacan en la infografía  tradicional. No obstante sus desempeños, han mantenido sus bajas posiciones en cuanto a estado de bienestar salvo el caso de Venezuela, que presenta un notable descenso. Lo que nos permite acotar sin temor a equivocarnos que disponer de riquezas del subsuelo puede ser un elemento aprovechable para el desarrollo, más no es un factor determinante en la construcción del estado de bienestar.
     Para el Gráfico 3., primeramente, hemos ampliado la muestra a diez años (2007-2017), ya que esto nos permite advertir el sostenido descenso de una de las economías más conocidas de América Latina como lo es el caso de Venezuela, la cual se afianzó fundamentalmente a la renta petrolera, y lo cual remarca lo dicho en cuanto a que la riqueza del subsuelo no necesariamente representa la clave para salir de la pobreza.
Gráfico 3. - Comparativo de posición entre países de América
     Luego vemos como economías como la de Chile, con una población media de dieciocho millones de habitantes, con un PIB per cápita de trece mil quinientos euros, con una marcada y sostenida evolución de sus exportaciones de mercancías en los últimos diez años[v] ha logrado mantener una posición dentro de los mejores desempeños en la región a pesar de sus altibajos políticos. En el caso de Colombia y Argentina, sus economías aun cuando registran actividad petrolera y minera, no son el componente principal de la producción de la renta. En estos tres últimos casos, hay una relación importante en la manufactura de mercancías que resulta interesante citar y que nos lleva a mirar hacia la industria como un proceso incluyente en la generación de empleo y consecuentemente en un incentivo al ascenso en la condición de vida. Siendo que no es el tema central lo político, no haremos mayores inferencias sin embargo, no queremos dejar de apuntar lo dicho antes en cuanto a la pobreza como  contributivo para el aseguramiento de los totalitarismos y de estos padecimientos, las regiones del gráfico que antecede tienen un nutrido historial.
     En lo propositivo, una aproximación sin duda interesante en torno al desarrollo y reducción de la pobreza, es la tesis de Amartya Sen, filósofo y economista indio, quien se hace acreedor al Nobel en Economía en el año 1998. Sen, resta el énfasis en los indicadores y los suma en el desarrollo de las capacidades del individuo mediante el ejercicio de su libertad, «la libertad para alcanzar aquello que valora».
     La capacidad no es excesivamente atractiva. Suena como algo tecnocrático, y para algunos puede sugerir la imagen de estrategas nucleares frotándose las manos de placer por algún plan contingente de bárbaro heroísmo. El término no es muy favorable por el histórico “capacidad Brown”, que encarecía determinadas parcelas de tierra –no seres humanos– sobre la base firme de que eran bienes raíces que “tenían capacidades”. Quizá se hubiera podido elegir una mejor palabra cuando hace algunos años traté de explorar un enfoque particular del bienestar y la ventaja en términos de la habilidad de una persona para hacer actos valiosos, o alcanzar estados para ser valiosos. Se eligió esta expresión para representar las combinaciones alternativas que una persona puede hacer o ser: Los distintos funcionamientos que se pueden lograr. (Sen, 2002: p. 30).
     Sen desarrolla su idea en relación consecuente con la de John Rawls, en torno a la pregunta ¿cómo se desarrolla una sociedad justa? en su obra “Teoría de la Justicia”. Para Rawls el centro de la cuestión de la justicia estaría en la “justa igualdad de posibilidades”, centrando en el hombre el eje de la satisfacción del factor justicia. Sen entiende que no existe un ideal de bienestar que sea igual para todas las naciones, por el mismo hecho cultural y que ésta predeterminación ajusta la forma de interpretar lo que conviene o no. Por tanto, el desarrollo de la libertad para el «desarrollo de una persona para hacer actos valiosos», comprende para Sen el ideal que debe perseguirse para alcanzar el bienestar para todos. Ahora bien y considerando el poder que ejerce la cultura como agente condicionante sobre el individuo, ¿es posible encuadrar los “actos valiosos” dentro de un marco común que trascienda las fronteras de la cultura y la historia?
     Rawls da consideración a la equidad y también a sus límites por cuanto en una sociedad con recursos limitados, las fronteras de la equidad se enervan en el momento en que para privilegiar una necesidad, se deba limitar los privilegios de otro individuo; ahí entran en conflicto los intereses. Es interesante lo que Rawls llamó “el velo de la ignorancia”, que en su obra explica que, cuando las personas eligen los principios de justicia, desconocen cuál será consecuentemente la posición que les corresponda (desde el punto de vista social) y por lo tanto su referencia con relación a los demás interesados. Por condición “natural”, están inclinados a obtener primero su propio beneficio, sin conocer la afectación o perjuicio que pudiese causarse (hipotéticamente) al verse confrontado con el interés de otro.

La pobreza como factor interior
     Abraham Maslow (1991), destacado psicólogo de la tercera escuela[14], en su obra “Motivación y personalidad” desarrolla su modelo sociológico mediante el cual explica la evolución de la calidad de los deseos de interrelación entre el hombre y su mundo mediante la “pirámide de las necesidades”. En ésta subdivide –siguiendo un patrón antropológico– la incorporación progresiva de necesidades humanas. Cinco etapas o segmentos que progresan desde su base, partiendo de aquellas necesidades más inmediatas (fisiológicas y que garantizan de alguna manera la supervivencia de la especie) tales como la alimentación, el descanso, evitación del sufrimiento físico, etc. que compartimos con el resto de las especies.
     La segunda fase se refiere a la necesidad de seguridad y nace de la búsqueda de preservación ante la inclemencia del medio ambiente tal como las tempestades y tormentas, el frío o calor extremo, lo cual bien puede ser el impulso primario para la busca de un recinto para vivir, una primitiva noción de hogar. Luego en tercer lugar, surge una necesidad de conformar pareja o las primarias pulsiones de filiación para trascender lo finito o temporal. En cuarto lugar de la jerarquía están las necesidades de reconocimiento, de autoestima. En quinto lugar, están las necesidades de autorrealización. A partir de los dos segmentos más altos, se comienzan a hacer visibles los valores, la identidad, idea de bien o sentido de vida que trascienden las gratificaciones inmediatas manifestadas mediante necesidad o pulsión. Luego en el capítulo cinco de la obra, hace algunas inferencias con algunos visos darwinianos entre los cuales destaca:
“las necesidades fisiológicas (que se ordenan en una jerarquía) son más fuertes que las de seguridad, que son más fuertes que las necesidades de amor, que a su vez son más fuertes que las necesidades de estima, que son más fuertes que aquellas necesidades idiosincráticas a las que hemos denominado necesidad de autorrealización.” (Maslow (1991) Op.Cit. p. 88)  
     Lo dicho, está relacionado con la urgencia de satisfacción de las primarias necesidades en razón de la fuerza de preservación de la vida y por lo tanto más groseras, inmediatas al instinto y a la preservación en la continuidad de la especie. Acá no opera mediación ética o selectiva, podríamos extender a esta idea la noción de “velo de la ignorancia” de Rawls en cuanto a la preminencia para la satisfacción propia, por sobre cualquier otro interés. Hay una vinculación que Maslow apenas menciona pero importante para considerar la fuerza en que se manifiestan; y está en la relación de éstas necesidades primarias con el inconsciente (p. 42).
     En la Figura No. 1, a la configuración tradicional de la pirámide, hemos introducido una segmentación que separa en primer término, las necesidades que se manifiestan por carencia (fisiológicas y de seguridad) es decir, que de su falta o carencia se disparan pulsiones en la fisiología que urgen cubrir o saciar. Así, cuando sentimos hambre buscamos la forma de saciarla y para ello tenemos diversas opciones para alcanzar el objetivo, algunas más simples, otras más complejas o elaboradas. De igual forma con la exposición a la intemperie, su efecto sobre nuestra fisiología nos lleva a buscar alternativas de protección de la misma manera que en la prehistoria motivó a buscar en cuevas como cobijo de la intemperie.
Figura No. 1. Jerarquía de las necesidades según A. Maslow.
En otro orden, en cuanto a las necesidades que hemos denominado «del ser» surgen desde un tipo más elevado de consideración o estima y que, de su carencia no hay una fisiología o pulsión que enerve la urgencia para ser saciada. Podemos observar una sublimación en la calidad de estas necesidades y que están –como lo señala el mismo Maslow– “está en el nivel más alto filogenético o del desarrollo evolutivo” (Op.Cit. p. 88). Dentro de esta clasificación están necesidades que implican el acto de dar, brindar, proteger, cuidar, como es en el área afectiva y que sin duda es una evidencia de las capacidades más evolucionadas de la especie.
         La determinación de alcanzar el disfrute de las «necesidades del ser» está signada por la «gratificación» que produce en el individuo situarse ascendentemente dentro de cada uno de estos estadios de bienestar, a esto se le denomina “motivación al logro” y sin duda no material –al menos no como fin–, metafísico[15]. Formulando lógicamente la propuesta de Maslow, con lograr que: (a) la población alcance cubrir las necesidades de orden básico, -entonces (b)- podemos concluir que colocaría al individuo en una mejor disposición para el desarrollo de sus capacidades de segundo orden o «del ser». La pregunta sería: Por cuanto satisfechas las necesidades primarias se garantiza la supervivencia, una vez satisfechas las fases vitales ¿cómo motivar para que los individuos continúen incorporando las consecuentes escalas en la jerarquía? En casos de naciones en los que las instituciones de la democracia liberal funcionan, el desarrollo está consustanciado a los valores democráticos (instituciones inclusivas). No obstante –y es nuestro objeto de estudio– en los países pobres es apreciable una lesiva tendencia al asistencialismo paternalista que fomenta la laxitud en los procesos motivadores del locus de control.  
     Consecuentemente el individuo que se subsume en ésta cultura adquiere en su paradigma, una idea retorcida de la constitución del orden social… todo aquel que logre ascenso social está bajo sospecha. Los comerciantes se han hecho ricos porque roban a los más pobres, todo el que evidencie progreso económico debe ser investigado, con trabajo y estudios es imposible alcanzar el estado de bienestar a menos que se haya tomado ventaja de alguna vía deshonesta. De esta manera las potencialidades para proveerse de su propio sistema de ascenso social se hacen un espejismo difuso y poco valorado. Estos paradigmas se repetirán vicariamente y se multiplicarán en la misma medida que demográficamente se expandan estas clases sociales.
     Sin duda, estudiar la pobreza trascendiendo lo cuantitativo, es examinar el campo fenomenológico que prevalece detrás de la idea, la idiosincrasia dominante… y en esto, el marco conceptual hermenéutico es por tanto filosófico. Pasemos ahora a hacer un ejercicio hermenéutico del ámbito trascendental con miras a interpretar la acción humana, en pro de lo que consensualmente denominamos progreso. Orígenes[16], en su “doctrina de las tres hipóstasis” (ousiai idiai[17]) comparado con el análisis de la Santa Trinidad, aporta un modelo mediante el cual describe –usando como referente la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo– una escala de mayor a menor grado de perfección, siguiendo la línea platónica en la cual el Padre (El Uno), la mayor perfección[18], claramente por ser «no creado» es por tanto absoluto. Luego el Hijo, una perfección intermedia o extensiva, por ser manifiesta la inteligencia (Nous) del Creador[19]. Y el Espíritu Santo (Atman), cuya más excelsa manifestación es la fuerza (potentia) que impulsa la realización de la santidad que vendría a ser a imago dei del Padre Creador. En analogía, el ser humano que comprende (intelligentia hijo sui) su “condición humana” como previo paso a perfeccionar su existencia mediante imitar o emular la perfección del Padre (primer grado de perfección) con el impulso motriz del Espíritu Santo, llevándolo a la manifestación (ousía) a través del “Ser” –sólo «ser de bien» para ser expresión que imita fidedignamente al Padre–. Nótese que el impulso primero de lo volitivo para realizar al «Ser», es el comprender su condición mediante “la razón” (Cristo), Ser-Inteligencia-Santidad, los tres grados que completan o dan perfección al Ser (Pikasa,1989, p. 54)[20].
     Despojando el tema de cualquier intención religiosa, el ejemplo es ilustración para encuadrar nuestro punto, manifestar el carácter perfecto y magnífico que espera a la especie humana, de encontrar su naturaleza devenida del espíritu. Para «materializar esta potencia» requiere la comprensión de ser algo más que materia animada y mediante obtener la contribución que provee el «Espíritu Santo». Es abrirse a posibilidades (la potencia en el sentido Aristotélico) que brinda el “espíritu humano”; lo que en su ausencia sería imposible realizar aquello que lo manifiesta clara y distintamente de lo inanimado o de la bestia cuya voluntad esta animada por los instintos de la manada. Esto prepara un receptáculo idóneo para que la inteligencia operante se haga manifiesta, una ousía que emula las cualidades del Padre Creador. Nos hemos detenido en este ejemplo de trabajo clásico hermenéutico, por cuanto es perfectamente pertinente a nuestra investigación y de lo cual ampliaremos su propósito más adelante.
     De la tradición hermenéutica como método nos basamos en Hans G. Gadamer, recreándonos en el pasaje que destaca J. Grondin (2002): “Explicar lo que ocurre en esta operación humana fundamental del comprender interpretativo: este se nos aparece ahora como una experiencia antropológica, es decir, como experimento de realidad” (p. 82). Los escritores antiguos utilizaban las escrituras para comprender el mundo mediante la alegoría. De los dos párrafos anteriores, concordados con la noción de que: «estamos hechos a imagen de lo divino» (imago Dei)[21], la perfección del ser sólo se alcanza mediante la comprensión de que el cuerpo es vehículo necesario para la manifestación de un rasgo superior, espiritual. Cualquier otra manifestación que no alcance dicho nivel, no cumple con la perfección debida. Nótese que estamos apuntando a diferentes escalas en el desarrollo evolutivo de la consciencia y no a patologías manifiestas en la conducta de los individuos, que están ajenas a las consideraciones de este trabajo. Entonces ¿puede un individuo vivir dentro de una sociedad sin alcanzar la cúspide de la pirámide dentro de la escala de “necesidades básicas” y desarrollar una vida considerada “normal”? Sin duda podemos decir que sí. Inclusive podemos afirmar que estos casos son numerosos dentro de nuestras regiones aludidas y otros tantos en las regiones del primer mundo.
     Diversos autores han caracterizado a estos grupos humanos en un término que suscribimos en su totalidad «el hombre-masa» a las que José Ortega y Gasset (2010) refiere en “La rebelión de las masas” y atreviéndonos a sintetizarlo en una frase; es el hombre que ha perdido su “poder espiritual” y que lo cambió por el poder material. Habiendo perdido su poder espiritual, se ha quedado rezagado ante el avance del transcurrir del mundo, la civilización. De nuestras consideraciones previas, el individuo que carece de iniciativa para empoderarse y asumir su propio desarrollo, Ortega lo caracterizó como “el niño mimado” (Op. Cit. p. 80), entre otras cosas no se preocupan más que por su propio bienestar. Son incapaces de percibir en los avances de la civilización, el prodigio del esfuerzo, «por lo que si desean pan, son capaces de destruir las panaderías». Ortega también toma distancia de la concepción de masas de Marx, por cuanto no se limita al segmento de la clase obrera, sino que abarca otros estadios de la sociedad que no tienen que ver con su medio de vida, más sí con su concepción de la vida, con una arquitectura psicológica que hace común “religión, ciencia, derechos, arte, valores sociales y eróticos” (Op. Cit., p. 267).
Representaciones sociales y su importancia en la “agencia individual”
     Wilhelm Wundt entre los años mil novecientos y mil novecientos veinte, expone su trabajo de investigación sobre la Völkerpsychologie[22] en la cual da cuenta de la construcción del edificio cultural que vincula y sirve de marco a las relaciones societarias o de configuración de las sociedades culturales. Wundt quiere consolidar una psicología experimental, por lo que su búsqueda de apego al método científico ha de delimitar el alcance de su trabajo. Sin embargo, en su “Compendio de Psicología”, da a la psicología la definición de «ciencia del alma», estimando los procesos psíquicos como fenómenos de un orden especial de la experiencia. Kurt Danzinger, citado por Graciela De la Rosa (1988), señala que Wundt intuye de los grupos humanos una “respuesta mimética innata a las expresiones de otros”, mediante la cual se produce la transferencia de los “estados mentales” entre los individuos (colectivización de la cultura). Wundt concentra su atención en el lenguaje como el gran recopilador de las costumbres de la etnia que se convertirán en la cultura dominante. De momento nos quedamos con la idea de que, los individuos capturan del “mundo externo” lo que éste les provee, y lo incorporan como parte de sus “estados mentales”, –sin duda– el mundo circundante le provee de lo que tiene, no puede ser de otra manera.
     A finales de los años cincuenta, C.G. Jung (1970) presenta su trabajo sobre “Arquetipos e Inconsciente colectivo” y alude a Lévy-Bruhl en cuanto a su expresión “représentation collectives” con la que distingue la cosmovisión primitiva (Op. Cit. p. 11), esa “parte oscura del alma” frase que tendió como puente a ese espacio que no se corresponde al «imago dei» que describe San Agustín como rector del espíritu humano. Esta idea del bien deviene del término «Aidós» de los griegos que constituye en los hombres la ética del bien[23]. Luego Kant deposita la idea del bien en el “comon sense” como factor que impulsa el desarrollo armónico del hombre; explicación necesaria en el marco de la razón. Ahora bien, con relación al inconsciente y a los impulsos primitivos, Jung (1970, Op.Cit. p. 20) estableció la siguiente comparación que resulta interesante a nuestro estudio. La capacidad del oído humano para percibir las ondas de sonido van en un rango entre veinte y veinte mil Hertz. En cuanto a la longitud de onda, nuestros ojos pueden percibir entre tres mil novecientos y siete mil setecientos Angström. Lo que nos indica que lo que ocurra fuera de esta escala perceptible, no quiere decir que no exista. La percepción se da dentro de una escala, y de lo que se encuentra fuera del alcance no se da cuenta.
     Es en este sentido que lo “fisiológico” como carácter animal, produce los impulsos para sostener la vida biológica y concurre con el estado “psíquico”. La cualidad de lo psíquico toma control cuando el individuo se emancipa de los condicionamientos tanto internos como externos e impone «la voluntad».
“Con su creciente liberación de lo meramente instintivo, la parte superior alcanza finalmente un nivel en el cual en algunos casos la energía inherente a la función no sólo no está orientada en el sentido primitivo del impulso, sino que llega a poseer una forma que es denominada espiritual” (Jung,  p. 127).
En la evolución o progreso de los «modos psicológicos» Jung distingue dos vertientes a) “instinto-arquetipo” y b) “instinto voluntad”. Así la energía antes procedente de los instintos, se sublima llegando a alcanzar una condición espiritual que, en cuanto a fines, está más al servicio de otras motivaciones no instintivas.  De ahí la importancia de la influencia del entorno sobre el desarrollo de la vida, a saber: a) un individuo que en estado “pre-consciente” responde fundamentalmente a «impulsos» y que en su constitución básica o antropológica está asociado al orden natural de la preservación de la especie, semejante a la manada, reproduce los aspectos incorporados tales como las costumbres y hábitos de las que el medio le ha provisto, para actuar de manera recíproca con su entorno (capacidad adaptativa). Y b) el individuo que actúa mediante la «voluntad», que ha definido sus preferencias y puede discriminar de manera distinta y diferente, aquello que es de su conveniencia y se rige por acciones inteligentes y éticas obra mediante el sentido común. Sin duda, el entorno presente en todo momento de la vida activa del individuo, ejerce una constante fuerza de gravedad sobre sus deseos, no obstante, su estado de consciencia media en la adecuada satisfacción de dichos deseos o necesidades.
     El hombre-masa inclinado a actuar por impulsos, mediado por la manada, por su vinculación a lo instintivo colectivo, (“Inconsciente colectivo”, Freud) es, por tanto con una mayor labilidad a la influencia del entorno. El hombre que ha desarrollado su capacidad volitiva ejercita sus propiedades de individuación, por cuanto consciente de su responsabilidad de sí (locus de control) diseña estrategias para el logro de objetivos con un sentido más agudo. El hombre libre adquiere consciencia (referencia) espacio-temporal, por ello la historia no le es extraña, es un referente que le permite conocer su estado con relación al pasado y mediante, puede trazar ruta al futuro tomando cuido de no cometer los errores del pasado.  Así se aplica la bienaventuranza del Maestro Jesús, cuando el hombre en estado de consciencia de sí, asume su pobreza de espíritu y privilegia para sí lo que le proporcionará el nutrimento del espíritu. Es un estado semejante a despertar a un nuevo estado de consciencia de sí y que lejos de paralizar, excita la voluntad para alcanzar la perfección de la que se sabe digno.
     La sociedad y sus hombres “conscientes de su pobreza de espíritu”, tienen una inmensa tarea pendiente, la reconstrucción de espacios en los que los hombres reflexionen sobre lo que reconstituye el espíritu. Las antiguas civilizaciones tenían muy presente que las sociedades avanzan al ritmo del más lento de sus ciudadanos, por lo que cuidaban con esmero aquellos cultivadores del espíritu, bardos, poetas, pintores, historiadores, educadores… Ortega y Gasset fue un constante celador del espacio de la cultura y la filosofía como aportantes a la riqueza del espíritu. ¿Qué tal si comenzamos con vigorizar la discusión en cuanto a estos espacios olvidados de la consciencia que revitalizan el espíritu?   

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“El presente trabajo ha sido presentado en el V Congreso Internacional “Las caras invisibles de la pobreza: una mirada integral de la vulnerabilidad”, realizado en Campus Universitario Austral, Pilar, Buenos Aires, el 25 de septiembre de 2018”.

[1] Las nueve categorías que se tabulan son: a) Calidad económica, b) Clima para negocios, c) Gobernanza, d) Educación, e) Salud, f) Seguridad, g) Libertad personal, h) Capital social y j) Ambiente (Ecología) https://www.li.com/
[3] Entendemos esta denominación según lo caracteriza LeBon, Durkheim, luego Freud y que coinciden en el término “masas”.
[4] Siglas para “Producto Interno Bruto”. Nótese que no hay mediación para distinguir entre cultura de productividad propiamente dicha o rentismo (instituciones extraccionistas).
[5] “Los tigres asiáticos” ha sido la denominación clásica dada al fenómeno económico de Hong Kong, Corea del Sur, Malasia y Singapur, sin menoscabo de otras regiones del continente tales como Taiwán y Japón. China, por sus características cerradas en cuanto a información, dificulta insertarlo estadísticamente, no obstante su notable crecimiento económico el cual ha incidido en la vida común de sus ciudadanos. (Ver: Kekic, L. (2012). Globalización, crecimiento y el siglo asiático. En: El mundo en 2050.)
[6] Inferencia basada en “Por qué fracasan los países” (detalles en la bibliografía).

[7] La laboriosidad no era una expresión social comúnmente extendida en el mundo prehispánico, predomina la recolección así como la caza y la pesca como formas de economía tribal. Con algunas excepciones como las destacadas de los Mayas y el imperio Inca –sin descartar la existencia de otros casos– que evidencian en su legado arqueológico un conocimiento avanzado en su forma de relacionarse con el medio para la producción y la agricultura.

[8] Es importante citar que no estamos declarando el determinismo histórico, sin embargo no podemos ignorar el hecho de que las sociedades responden a un marco cultural que tiende a potenciar o atrofiar las potencialidades del colectivo como argumentaremos más adelante. Siempre habrán excepciones a la regla, más, en el campo sociológico el marco cultural juega un papel determinante.

[9] La traducción comúnmente aceptada es «Cosmovisión», del alemán: (Welt, "mundo", y anschauen, "observar") e incorpora la idea de mundo compuesta por percepciones, conceptualizaciones y las valoraciones sobre el mundo y sus relaciones.

[10] Fukuyama propone la idea de «confianza» como la expectativa compartida de una comunidad de comportamiento honesto y cooperativo fuera de la familia y el capital social que involucra los valores creados por la tradición, la religión u otros medios, como la fuerza para organizarse efectivamente sin depender de lazos de sangre o la intervención del gobierno.

[11] G. W. Leibniz (1646-1716) en su obra Monadología, asemeja al individuo a una mónada, seres con diferentes roles, emociones, acciones pero integrados como un organismo cerrado.

[12] Método desarrollado por Wilfredo Pareto y conocido como “la regla 80:20”, utilizado originalmente para ilustrar su hipótesis sobre la sociología italiana en la que el 20% de la población poseía el 80% de la riqueza, mientras que el 80% tan solo el 20% restante.

[13] (PIB para el año 2012: US$1.479,560 millones)

[14] La psicología clásica es reconocida como la primera escuela, el Psicoanálisis como la segunda y las revisiones que surgen a partir de la obra de Alfred Adler y Carl Rogers que profundizan en el humanismo, han sido las etapas que signan la evolución de la psicología.

[15] La influencia del marketing sobre el orden de las necesidades no ha sido considerado en éste trabajo de Maslow más que tangencialmente. Quien observa con detenimiento un comercial escenificado en un atardecer a la orilla de playa, con jóvenes y chicas hermosas y en actitud de gozo y disfrute, cantando y bailando, sabe que de seguida se exaltará un cigarrillo de la marca de moda o el licor de nueva marca. Todo indica que las prioridades en esta jerarquía son relativas y que con ingenio, puede influirse en la preferencia.

[16] Orígenes (185-254 E.C.), Hermeneuta y traductor de textos; hijo de Leónidas de Alejandría. Por su erudición está considerado al mismo nivel de Santo Tomás en la referencia de la Iglesia.

[17] Síntesis de la idea aristotélica que identifica tres cualidades distintas en la Trinidad merikai ousiai, ikikai theotetes, idiai physeis (la esencia pura, lo que diviniza y deifica, la suma de los anteriores manifestado físicamente).

[18] Sin duda una remembranza a su idea platónica del orden del universo desde la perfección de lo espiritual, devenido hacia la menor perfección presente en la materia.

[19] Una existencia basada principalmente en la razón, de suyo, cartesiana (cogito ergo sum) en cuyo vehículo de manifestación está la consciencia de “Ser”. No en el sentido Aristotélico, sino más bien de Espinoza: 
    “Dada la esencia de una cosa cualquiera, de ella se siguen necesariamente ciertas cosas, y las          cosas no pueden más que aquello que se sigue necesariamente de su determinada naturaleza; por        lo cual, la potencia o el esfuerzo de una cosa cualquiera con el que ya sola, ya con otras, obra o se esfuerza por obrar algo, esto es, la potencia o el esfuerzo con que se esfuerza por perseverar en su ser, no es nada aparte de la esencia dada o actual de la cosa misma”. (Ética. Pág. 7)

[20] Pikasa (1989); cita del Concilio de Calcedonia que: “por Cristo y desde Cristo son «sujeto de realización», realidades absolutas. El hombre ya no es máscara en busca de su verdad y permanencia (el prosopon griego); tampoco es una función jurídica que pasa (persona latina). La persona se identifica con la hypóstasis, es decir, con su ser concreto, con su realidad definitiva” (p. 83).

[21] (Génesis 1:27) “Dios creó al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”.

[22] Traduce “Etnopsicología” o psicología fisiológica. Por su tratamiento de la evolución del lenguaje se desprende la influencia darwinista de su pensamiento que da marco al desarrollo de sus ideas.

[23] En la mitología griega, Prometeo se compadece de la minusvalía del hombre y comete el error de entregarle el fuego, de manera que Zeus como castigo permite que los hombres se destruyan entre sí. Para aliviar esta pena Prometeo envía a los hombres dos de sus hijas, Aidós (la dignidad humana) y a Diké (La justicia), de modo tal que el hombre desarrolló la consciencia y cesó el caos.


[i] Reina-Valera Versión (1960), © Sociedades Bíblicas en América Latina. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.

[ii] Real Academia Española (2014), Diccionario de la lengua española, Madrid. 23.ª ed. Espasa.
[iii] Recuperado de: https://www.datosmacro.com/paises/noruega

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