- El espíritu de la pobreza, el factor multidimensional ignorado, presente en sus diferentes rostros.
Resumen:
Las organizaciones que se ocupan de la
pobreza, hacen sus mejores esfuerzos por encontrar y delimitar los factores que
producen este flagelo y los débiles logros hasta ahora siguen siendo una cuenta
pendiente con la humanidad. Por cuanto los efectos de la pobreza son más
evidentes mediante la carencia material, importantes recursos económicos se
destinan a la asistencia como forma de luchar contra esta epidemia. Los países
desarrollados estudian sus fórmulas de éxito de modo que puedan establecerse
recetas para su implementación en los «países en vías de desarrollo». No
obstante innegables progresos, queda mucho por hacer y de las diferentes
revisiones hechas queda la sensación de que aún hay temas no vistos y en campos
inexplorados que impiden sólidos progresos en este problema. En las siguientes líneas vamos sin prejuicios
a abordar una perspectiva diferente de enfoque con el claro interés en estimular
la discusión hacia nuevos paradigmas para confrontar el problema de la pobreza.
Palabras
claves:
Espíritu, Pobreza,
Necesidades
Resume:
The organizations that deal with poverty make their best efforts to find
and delimit the factors that produce this scourge and the weak achievements so
far are still a pending account with the humanity. As the effects of poverty
are more evident through material deprivation, significant economic resources
are allocated to assistance as a way to fight against this epidemic. The
developed countries study their formulas of success so that recipes can be
established for their implementation in the «developing countries». Despite
undeniable progress, much remains to be done and from the different revisions
made there is still the feeling that there are still invisible topics and in
unexplored fields that prevent solid progress onto this problem. In the
following lines we go without prejudices to approach a different perspective of
approach with the clear interest in stimulating the discussion towards new
paradigms to confront the problem of poverty.
Key words:
Spirit, Poverty, Needs
Introducción:
“Bienaventurados
los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”.
Mateo 5:3 [i]
La cita que antecede corresponde con la
primera de ocho bienaventuranzas que el maestro Jesús describe cuando pronunció
el conocido “Sermón del monte”, llamado así por haber sido declarado desde una
colina al norte de Israel, hoy conocida como el Monte de las bienaventuranzas
(Eremos). «Bienaventurados los pobres de espíritu»… una interesante perspectiva
pues, “pobre”, del griego ptojos, traduce,
parafraseando la descripción del DRAE[ii],
paupérrimo, necesitado, desdichado, infeliz. Notablemente diferenciado de una
condición de ventura, pareciese carecer de sentido –o de cordura– quien se sabe
pobre y lo asociase al disfrute de buena ventura. Por otro lado, la idea de
espíritu insinúa, propone, dado su carácter sutil, a lo metafísico, a lo trascendente…
más allá de los marcos que impone la materialidad. Contrario a sentir
bienaventuranza, saberse empobrecido sugiere experimentar la pena de la carencia,
la ansiedad de la privación. Sólo en una condición que trasciende la mera
experiencia física, como es el caso de los monjes que mediante acto voluntario
acogen la austeridad y renuncian a sostener su modo de vida en la procura de
bienes materiales, se puede comprender un estado de felicidad ante la pobreza; y
así de ésta manera, cumplen con un propósito que redituará en bienes mayores,
precisamente sutiles, metafísicos, trascendentales… del espíritu.
En éste sentido, la práctica de la pobreza
es una forma de vida que permite enfocarse en “bienes en el cielo, donde ni la
polilla ni la herrumbre destruyen, y donde ladrones no penetran ni roban”
(Mateo 6:19,20). Por tanto, aquí la austeridad
de la pobreza, se convierte en un ejercicio voluntario que suscita el desarrollo
de un estado de consciencia, de suyo, con fines a la bienaventuranza de la que alude
el maestro Jesús, al trascender o liberarse de la opresión derivada de la agencia
del bien material. Quien ejercita la pobreza con un propósito, es decir, el
cultivo de un espíritu de desapego, no será objeto de las turbaciones que pueda
producir la carencia, no se sentirá desprovisto o en desventaja con relación a
quien mucho posea. Al contrario le provee de gozo, pues adquiere la potencia
para acceder a nutrimento de una dimensión más apreciable que los tesoros de la
tierra.
No obstante, es de pocos la mira en el
desarrollo espiritual como forma de superación de la pobreza. En contraste, es
evidente el sufrimiento y angustia que evidencian las personas acontecidas por
los avatares de la escasez y el notable carácter áspero y mórbido ambiente que se
traduce en la peor de las vidas posibles. En un cercado de hambre y miseria es
poco probable que quien busca entre los botes de basura un mendrugo para comer,
levante la vista a lo sublime de una vida entregada a las virtudes… paradoja
de: “Más buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas
cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). En
el ámbito científico y de reciente data, con los avances en los estudios de las
ciencias sociales, sumado a la contribución de la globalización, se han ido
agregando elementos cada vez más sutiles que la mera asistencia vital (alimentación,
vivienda, salud, etc.), para ocuparnos de un orden más trascendental... para configurar
el “estado de bienestar”, más propio de estados de consciencia que fusionan
otros órdenes de la vida menos groseros u ordinarios.
Las
instituciones y los medios de producción en el marco de la pobreza
Legatum Institute,
ha estandarizado nueve indicadores a los que ha denominado: “Los nueve pilares
de la prosperidad” los que se suman para cuantificar los grados de bienestar en
una paleta de ciento cuarenta y nueve Estados o naciones[1]. En
el resultado de la medición para el año 2017, podemos observar que, elementos tales
como la gobernabilidad y hasta la ecología, son valorados como vectores en las nuevas
fórmulas consideradas como constitutivas de bienestar. En este sentido, podemos
deducir que dentro de una gama de ciento cuarenta y nueve paradigmas de mundo,
tenemos extremos que están diametralmente separados en cuanto a participación
en el estado de bienestar, estando unos calificados y otros tantos,
profundamente afectados por su baja capacidad para gerenciar el fenómeno de la
pobreza.
Mediante una rápida mirada, podemos
observar regiones que repetidamente recalan al fondo en las diversas
estadísticas, no sólo en este informe, sino en otros tantos estudios realizados
por organizaciones que miden la pobreza con miras a desarrollar programas para la
superación de este azote[2]. Ahora
bien, ¿qué ha marcado la diferencia para que algunas naciones hayan alcanzado
mejor calidad de vida para sus ciudadanos, mientras que otras –en una mayor proporción–
permanecen en las estadísticas como problema? ¿Puede estar la pobreza
determinada desde «aspectos no materiales» ignorados hasta ahora y sólo tomados
como consecuencias?
Algunos autores atribuyen la totalidad del
problema de la pobreza a la eficacia o fracaso en las políticas públicas que se
implementan mediante, o a través de las instituciones del Estado. En este orden,
vale declarar la idea de Estado o gobierno que adoptamos a razón de esta
exposición. En especial en torno a la noción de Estado moderno, tal y como ha
venido evolucionando desde la noción que provee Maquiavelo en los siglos XIV y
XV. Concibiendo el Estado que emergido e iniciado su tránsito a través de las
revoluciones y evolucionando desde la concepción feudal, aún conserva sustanciales
vestigios estructurales desde su modelo primigenio en el que están encontrados
los intereses de “los grandes” y los “del pueblo”. Regido además por un sistema
de instituciones mediante un órgano ejecutivo, sistema de justicia, ejército y
diplomacia, los cuales funcionan con cierto grado de autonomía. Díaz Müller,
citando a R. H. S. Crossman, denomina los pueblos en función a “una reunión
libre de individuos que, sin consideración alguna respecto a la raza o el
lenguaje, desean vivir unidos bajo el mismo gobierno” (Diaz-Müller, 2013,
p.403).
En cualquiera de los casos, siguiendo la
concepción del florentino, las sociedades proyectan dos elementos constitutivos
a saber, una clase dominante (gobernantes, legisladores, intelectuales y de más
reciente data, las corporaciones y medios de comunicación, denominados por
Maquiavelo como “los grandes”) que ejercen su influencia sobre los ciudadanos (“el
pueblo” indiferenciado[3]) y
que de la calidad de ésta influencia dependerá también la conducción de los
destinos de su sociedad ya que sus determinaciones guían el funcionamiento de
la nación. Habida cuenta de la subordinación a las convenciones establecidas mediante políticas
de Estado y las cuales han de gozar en mayor o menor grado, de la legitimidad
que le concede el consenso de la voluntad popular de los ciudadanos (Contrato
social), pudiera esperarse que en el éxito de las políticas que deriven, reside
el triunfo sobre la sombra de la pobreza. Siguiendo este análisis y de acuerdo
a las premisas del Consenso de Washington, la solución sería eminentemente
política; y que tiende a su superación en la medida del crecimiento del PIB[4] al
propiciarse porciones más grandes para cada persona (Banerjee A., Benabou R.,
& Mookherjee D., (2013)). Sin embargo si de este factor dependiese, tan
solo aplicando al calco fórmulas exitosas de los países del primer mundo resolveríamos
el problema que viene aquejando de manera crónica a los “países en vías de
desarrollo”. Y de ello da cuenta –al menos parcialmente– el progreso de algunas
naciones emergentes que han adoptado medidas prescritas por organismos
especializados (Banco Mundial, FMI, FAO, etc.) y que han servido de
apalancamiento para que dichas naciones escalen en el estado de bienestar.
Por ejemplo, el fenómeno conocido como
“los tigres asiáticos”, evidencia que “los métodos” e instituciones que le
promueven, juegan un rol sustancial en los procesos de desarrollo social[5]. Adam
Smith relaciona el trabajo productivo y la bondad de la tierra como una fórmula
a prescribir, y así lo señala en su obra “La riqueza de las naciones”. En esta
línea de pensamiento se suscriben Acemoglu & Robinson (2012)[6] y
examinan acuciosamente el problema del desarrollo así como hacen aportes para
la solución de la pobreza. Su ejemplo comparativo con el que inauguran su tesis
se basa alegóricamente en un valle del México del siglo XVII llamado “Nogales”,
el que posterior a la guerra entre México y los Estados Unidos (1846-1848), para
ser más precisos en 1853, quedó dividido por un cercado que parte en dos la
realidad de este bucólico valle de Nogales. El sur adscrito al Estado de
Sonora, México; y el norte en el Estado de Arizona, Estados Unidos. Una misma
historia y costumbres que toman caminos diferentes y hoy experimentan el estado
de bienestar desde distintas y opuestas perspectivas.
Mientras que para los habitantes de
Nogales del Estado de Arizona, es un hecho cotidiano el disfrute de los
servicios tales como la electricidad, alcantarillados, servicios de salud
mediante el Medicare, etc. que devienen de las instituciones de los Estados
Unidos y que el Estado provee a sus ciudadanos; en el sur, –inclusive siendo
una de las zonas más prósperas de México– la mayor parte de su población no
alcanza obtener un título de educación secundaria, la vialidad es deficiente, padecen
de altos índices de inseguridad y delincuencia, las condiciones sanitarias y el
medio de vida en general, distan mucho de las que disfrutan sus vecinos del
norte. En una primera aproximación podemos observar la acción que deriva de la
idea de la dicotomía «institucionalidad extractiva o institucionalidad
inclusiva».
Existen algunas características
sustanciales relativas a la ideología y que terminan por definir el carácter extractivo
de un gobierno lo cual vale caracterizarlas. De éste carácter y en torno a las
tiranías, el mantener a la población en situación de pobreza allana el camino
hacia la implementación de mecanismos de dominación. Existen registros que
evidencian por parte de regímenes totalitarios, de la utilización de fórmulas
para que la población se mantenga en situación de pobreza con fines meramente útiles
a la dominación por parte de la clase gobernante. La educación deja de ser un
mecanismo de inclusión para tornarse en un sistema al servicio de la propaganda
del gobierno; sin interés en promover la creatividad y el desarrollo tecno científico.
Temen al emprendimiento, su principal objetivo es extraer las riquezas para
colocarlas al servicio del poder instituido, por lo cual el poder económico
debe estar bajo su total control. Ejemplo de ello vemos en la Rusia bolchevique
y la nomenclatura encarnada en Lenin, en el Vietnam de los Jemeres rojos, Corea
del Norte con la prolongada dinastía de Kim Il Sung (1912-1994) y el sistema
Juche continuada en Kim Jong-un… tan solo por citar algunos casos. Sin duda este
modelo es fiduciario de la pobreza de sus habitantes al sumirlos en la escasez,
dada la producción de una renta limitada que ellos administraran a su antojo y
siempre que no favorezca formas de articulación y movilización política. Por
tanto, de las fórmulas de gobierno basados en la dominación nos abstendremos de
comentar pues, claramente «su objetivo es la preservación de poder mediante la
desarticulación de los medios de progreso» por lo que sus modelos son
subsidiarios de la pobreza.
En cuanto a naciones que han adoptado las
fórmulas del liberalismo económico y no obstante a seguir los cánones prescritos,
no han alcanzado los niveles de países del primer mundo como los Estados
Unidos, Canadá o Australasia, nos interesa revisar sus fallos. Como lo señalan
Acemoglu & Robinson, sociológicamente las explicaciones son
multifactoriales y no han de atribuirse a un solo supuesto, por lo tanto es
importante considerar –y aquí viene el segundo aspecto que destacan estos
autores– «el factor histórico». Hace quinientos años, las sociedades inca y la maya
eran de las más ricas del mundo conocido, sin embargo su estructura estaba
centrada en una élite que disfrutaba de privilegios importantes por sobre otros
grupos de la comunidad. Prevalecía una oligarquía primitiva con relación al
resto de la población. Con la llegada de la colonización desde España, se
profundizan los efectos del modelo oligarca sobre la voluntad general, por
cuanto el reino –así como otras variantes de sistemas imperiales– usan a su
favor el modelo de la oligarquía, haciéndose de los líderes y caudillos
autóctonos para dominar a toda la sociedad y mediante el uso de la fuerza y el
terror, apropiarse de las riquezas y la producción del nuevo feudo. América
Latina tiene un historial común en cuanto los reinos europeos colonizadores, de
alguna manera eran dados a la conquista para beneficiarse de los recursos
naturales y acaso se encontrasen con pastoreo y cultivo[7],
era confiscado y puesto al servicio de la corona. En todos estos casos, la
sociedad nunca alcanzó la igualdad de oportunidades ni los hombres tenían la
misma estatura ante la ley.
Por otro lado, las instituciones
inclusivas no temen y más bien favorecen el fomento del ingenio creativo, por
cuanto su razón no es la preservación del poder sino estimular la libre competencia
como factor regulador y moderador de la calidad de vida. Por tanto la
tecnología encuentra terreno fértil en economías abiertas al emprendimiento lo
cual estimula la investigación y desarrollo. Europa es la gran beneficiaria de
la revolución industrial y este ambiente se esparció mediante la educación y la
política le dio piso a instituciones con este contexto. Podemos visualizar en
este análisis, el contexto de la paradoja de Nogales. En naciones víctimas de
“instituciones exclusivas”, se desarrollan “círculos viciosos” que se perpetúan
y fortalecen a través del tiempo y que sin duda, en la medida que las
poblaciones se expanden, han de reproducir y reforzar fielmente esta
«representación colectiva» que ha de predeterminar históricamente a las nuevas
generaciones, como en el caso de las naciones que sufrieron los embates de una
colonización inclementemente alienante y extractiva[8].
En este mismo orden de ideas, las
revoluciones han sido consecuencia de inequidades sociales; las clases oprimidas
víctimas de privaciones, comparativamente con el medio de vida que ostentasen las
clases privilegiadas y habiendo alimentado resentimientos que luego han de estallar
para producir un nuevo orden donde obtener mayor ventaja, insurgen de modo
violento contra lo estatuido –sin distinción de lo valioso o lo útil– hay una
pretensión de justicia que se enmarca dentro de su mirada y entendimiento del
mundo, lo que da forma a un nuevo estatus quo. Sobre las revoluciones se han
escrito largos descriptivos de los avances políticos que de ellas derivan. Sin
duda, escritas desde el palco de los vencedores, la nueva clase dominante que ha
establecido el nuevo estado de cosas, exalta sus logros. Sin embargo, poco se
contabiliza de las pérdidas y daños “colaterales” que representa la sustitución
forzada de la clase dominante. En la
práctica, en el afán de abatir la inequidad y acabar con las políticas excluyentes,
se impone una nueva clase que trae consigo costumbres y vicios que han
coexistido culturalmente en su medio como weltanschauung[9].
A través de la historia éste ha sido el mecanismo continuado de sustitución de
las clases dominantes que lleva consigo un hálito de círculo vicioso.
Este disturbio invisibilizado recibe
dividendos de la primera y segunda guerra mundial, eventos que arrojan sobre la
sociedad subproductos psicológicos derivados de experimentar la violencia
extrema. El ejercicio de la violencia exige a quienes participan, la práctica in extremis de lo más oscuro del ser
humano. Los traumas que devienen de estas vivencias dejará en las mentes de los
individuos marcas que no son fáciles de reconducir. Familias segmentadas,
hambre, necesidad, dolor… experiencias que han sido contributivas para la
constitución de ese espíritu ignorado de sociedad. Una sociedad lastimada en lo
profundo de su psiquis adquiere sed para la venganza y el reclamo por lo
sufrido… ¿Dónde queda aquí la tradición en el arte y la cultura que una vez
estuvo consustanciada en el renacimiento? ¿Qué pasó con el impulso que trajo a
Vivaldi, Beethoven, Liszt, o autores como Kant, Schopenhauer y otros de tantas
más disciplinas que anticipaban el zenit de la especie humana? Y con mayor
preocupación nos preguntamos ¿por qué no nos estamos ocupando del rescate de la
vitalidad del «espíritu humano»?
Sin dejar de lado la importancia de la
reconstitución del estado de bienestar material en un mínimo de derechos
consensuados como fundamentales, la tarea de restablecer el orden en lo
integral del ser humano no debe quedar fuera de la agenda. Siendo una ley
elemental el “cogito ergo sum” que intuye
Descartes en su obra, el pensamiento y su cultivo debería ser epicentro de la
investigación para la ciencia del futuro. La promoción del «Espíritu humano» no
es reclamado con la misma intensidad que los derechos materiales, salvo en los
espacios de la religión y desde luego condicionado a los espacios de la vida
privada y atado a las vertientes de credo. Pero el Espíritu humano, aun cuando
concepto o idea, no se resigna al claustro del orden religioso. Contrario a
ello, ha de ser vital para el desarrollo pleno del «Ser», de modo tal que el
hombre con un pensamiento cultivado, pueda producir “obras cónsonas con el
bien”. El restablecimiento del tejido social, hacer visible la importancia de
la vitalidad emocional del espíritu humano es indispensable para lo que Francis
Fukuyama en su obra Trust[10]
denomina “capital social”. Una red de individuos que habitan una geografía
similar, con valores y cultura adecuados, colocados en redes sociales y
educativas diferentes, pueden reconstituir la “confianza mutua”.
Si bien es cierto que las instituciones y
las políticas inclusivas son indispensables para el progreso, no menos
importante es el sentido humano como artífice o azote de su propio éxito ante las
trampas de la pobreza. Desde mediados del siglo pasado se ha venido confrontando
la agencia individual (libertad individual) con las oportunidades sociales,
económicas y políticas. No obstante, según algunas corrientes de pensamiento,
las libertades individuales se han encontrado limitadas, como consecuencia de
las privaciones que el medio económico subdesarrollado ofrece al individuo, derivando
de esta interpretación de que “el individuo es objeto de su circunstancia”. Y
sin duda que el hombre interactúa de manera simbiótica con lo que el entorno
pone a su disposición y lo integra a su mundo interior (representaciones
sociales). Pues, en este orden de ideas ¿bastaría entonces nacer o vivir en un
país desarrollado para desplegar todo el potencial en latencia que pueda poseer
el individuo? Los países desarrollados no escapan al problema de la pobreza en
su seno, a pesar que los números sean inferiores a otros casos o que sus
posibilidades asistenciales sean superiores a los otros Estados.
Volvamos a nuestra pregunta original: ¿Qué
ha marcado la diferencia para que naciones hayan alcanzado mejor calidad de
vida para sus ciudadanos, mientras que otros –los más– permanecen en las
estadísticas como problema? Como lo evidencia el caso de Nogales, partiendo de
un origen antropológico común, la presencia de las instituciones favorecen el
progreso de las sociedades o mediante su ausencia o devenir precario, obsta en
el desarrollo pleno del estado de bienestar. No obstante ¿Cuánto hay en la contribución
del propio individuo en la construcción de su estado de bienestar? ¿Pudiera
existir un «metafactor» que incida en los paradigmas de progreso o de pobreza? Todo
indica que la pobreza, siendo un hecho «multidimensional» por lo tanto complejo,
recorre transversalmente múltiples especialidades del saber; y que solamente
considerando al hombre de manera integral[11], –no
segmentado como el espectro del cientificismo ha impuesto– es posible promover
respuestas interdisciplinarias pertinentes a su evolución.
Hemos recorrido ideas desde las teorías
económicas a las sociológicas y después de lo citado nos queda considerar como
aspecto central del asunto «el primer motor», por cuanto en lo volitivo residen
importantes fuerzas que pueden cambiar la realidad de la sociedad. Parece que
hemos desarrollado algunos consensos en torno a la idea de bienestar, aun
cuando no en la forma de su procura. Además, ¿cómo establecer una idea de bien
consensuada y que trascienda el paradigma cultural? En este sentido queremos detenernos
sobre dos factores vinculados al desarrollo o parálisis del individuo ante el
ejercicio pleno de la vida: a) Lo determinante del entorno en la configuración
de la atmósfera de la pobreza y b) El locus de control dirigido por el
«espíritu humano como energía viva» y potencial. Sobre estos temas ya se ha
escrito en abundancia, sin embargo consideramos justificado nuestro enfoque cuando
apuntamos hacia el «espíritu humano», el cual recorre longitudinalmente las
diversas dimensiones de la pobreza.
Las
instituciones y las dimensiones de la pobreza
Volvamos por favor sobre los datos tomados
del “Índice de Prosperidad” de Legatum
Institute en su edición 2017, con el fin de precisar algunas intuiciones. Antes
citamos que el estudio comprende ciento cuarenta y nueve regiones, entre las
cuales, y siguiendo el modelo estadístico de Pareto[12],
dentro de las primeras veintinueve posiciones (veinte por ciento del total de
la matriz) tomamos algunos ejemplos de modo comparativo para demostrar su
evolución. De la selección de los tres casos reflejados en el gráfico que sigue
(Gráfico 1.), podemos observar la consistencia en mantener la posición obtenida
–cuando no progreso– en el transcurso de los ocho años de la muestra.
Gráfico 1. Comparativo de las
posiciones 1, 2 y 20 del informe 2017.
En el caso de Noruega, quien ocupa el
primer lugar de este índice de bienestar, vale señalar que esta nación de cinco
millones de habitantes, cuyo PIB alcanza para el año 2017, la cantidad de
sesenta y siete mil euros (EUR 67.000,00) per cápita, hace cincuenta años era
uno de los países más pobres de Europa y su economía era fundamentalmente
agrícola[iii].
Los economistas se inclinan a atribuir este éxito a una acertada administración
de los recursos provenientes del petróleo, ¿apuntala esto la tesis de que la
explotación de materias primas es vital para el desarrollo del estado de
bienestar? En torno a esto último, hemos
tomado al puesto veinte en la tabla como ejemplo, España; la cual, aunque con
un alto índice de industrialización y avances en tecnología, su actividad
turística aporta cerca del diez por ciento del PIB, colocándola en las
estadísticas como el cuarto destino turístico preferido a escala mundial,
recibiendo más de cincuenta millones de personas al año[13][iv].
Con esto, queremos tomar una primera distancia en cuanto a la tesis de la
ventaja que conceden los recursos del subsuelo a quienes habitan su territorio.
Gráfico 2. Países con economías
tradicionalmente extractivas
Para el Gráfico 2., hemos querido comparar
tres regiones que aunque con distancias geográficas, idiomáticas y culturales
notables, su economía ha estado centrada en la extracción y exportación de la
riqueza del subsuelo, hecho por el cual se destacan en la infografía tradicional. No obstante sus desempeños, han
mantenido sus bajas posiciones en cuanto a estado de bienestar salvo el caso de
Venezuela, que presenta un notable descenso. Lo que nos permite acotar sin
temor a equivocarnos que disponer de riquezas del subsuelo puede ser un
elemento aprovechable para el desarrollo, más no es un factor determinante en
la construcción del estado de bienestar.
Para el Gráfico 3., primeramente, hemos
ampliado la muestra a diez años (2007-2017), ya que esto nos permite advertir
el sostenido descenso de una de las economías más conocidas de América Latina
como lo es el caso de Venezuela, la cual se afianzó fundamentalmente a la renta
petrolera, y lo cual remarca lo dicho en cuanto a que la riqueza del subsuelo
no necesariamente representa la clave para salir de la pobreza.
Gráfico 3. - Comparativo de
posición entre países de América
Luego vemos como economías como la de
Chile, con una población media de dieciocho millones de habitantes, con un PIB
per cápita de trece mil quinientos euros, con una marcada y sostenida evolución
de sus exportaciones de mercancías en los últimos diez años[v] ha
logrado mantener una posición dentro de los mejores desempeños en la región a
pesar de sus altibajos políticos. En el caso de Colombia y Argentina, sus
economías aun cuando registran actividad petrolera y minera, no son el componente
principal de la producción de la renta. En estos tres últimos casos, hay una
relación importante en la manufactura de mercancías que resulta interesante
citar y que nos lleva a mirar hacia la industria como un proceso incluyente en
la generación de empleo y consecuentemente en un incentivo al ascenso en la
condición de vida. Siendo que no es el tema central lo político, no haremos
mayores inferencias sin embargo, no queremos dejar de apuntar lo dicho antes en
cuanto a la pobreza como contributivo
para el aseguramiento de los totalitarismos y de estos padecimientos, las
regiones del gráfico que antecede tienen un nutrido historial.
En lo propositivo, una aproximación sin
duda interesante en torno al desarrollo y reducción de la pobreza, es la tesis
de Amartya Sen, filósofo y economista indio, quien se hace acreedor al Nobel en
Economía en el año 1998. Sen, resta el énfasis en los indicadores y los suma en
el desarrollo de las capacidades del individuo mediante el ejercicio de su
libertad, «la libertad para alcanzar aquello que valora».
La capacidad no es excesivamente
atractiva. Suena como algo tecnocrático, y para algunos puede sugerir la imagen
de estrategas nucleares frotándose las manos de placer por algún plan
contingente de bárbaro heroísmo. El término no es muy favorable por el
histórico “capacidad Brown”, que
encarecía determinadas parcelas de tierra –no seres humanos– sobre la base
firme de que eran bienes raíces que “tenían capacidades”. Quizá se hubiera
podido elegir una mejor palabra cuando hace algunos años traté de explorar un
enfoque particular del bienestar y la ventaja en términos de la habilidad de
una persona para hacer actos valiosos, o alcanzar estados para ser valiosos. Se
eligió esta expresión para representar las combinaciones alternativas que una
persona puede hacer o ser: Los distintos funcionamientos que se pueden lograr.
(Sen, 2002: p. 30).
Sen desarrolla su idea en relación
consecuente con la de John Rawls, en torno a la pregunta ¿cómo se desarrolla
una sociedad justa? en su obra “Teoría de la Justicia”. Para Rawls el centro de
la cuestión de la justicia estaría en la “justa igualdad de posibilidades”,
centrando en el hombre el eje de la satisfacción del factor justicia. Sen
entiende que no existe un ideal de bienestar que sea igual para todas las
naciones, por el mismo hecho cultural y que ésta predeterminación ajusta la
forma de interpretar lo que conviene o no. Por tanto, el desarrollo de la
libertad para el «desarrollo de una persona para hacer actos valiosos»,
comprende para Sen el ideal que debe perseguirse para alcanzar el bienestar
para todos. Ahora bien y considerando el poder que ejerce la cultura como
agente condicionante sobre el individuo, ¿es posible encuadrar los “actos
valiosos” dentro de un marco común que trascienda las fronteras de la cultura y
la historia?
Rawls da consideración a la equidad y
también a sus límites por cuanto en una sociedad con recursos limitados, las
fronteras de la equidad se enervan en el momento en que para privilegiar una
necesidad, se deba limitar los privilegios de otro individuo; ahí entran en
conflicto los intereses. Es interesante lo que Rawls llamó “el velo de la
ignorancia”, que en su obra explica que, cuando las personas eligen los
principios de justicia, desconocen cuál será consecuentemente la posición que
les corresponda (desde el punto de vista social) y por lo tanto su referencia
con relación a los demás interesados. Por condición “natural”, están inclinados
a obtener primero su propio beneficio, sin conocer la afectación o perjuicio
que pudiese causarse (hipotéticamente) al verse confrontado con el interés de
otro.
La
pobreza como factor interior
Abraham Maslow (1991), destacado psicólogo
de la tercera escuela[14],
en su obra “Motivación y personalidad” desarrolla su modelo sociológico
mediante el cual explica la evolución de la calidad de los deseos de interrelación
entre el hombre y su mundo mediante la “pirámide de las necesidades”. En ésta
subdivide –siguiendo un patrón antropológico– la incorporación progresiva de
necesidades humanas. Cinco etapas o segmentos que progresan desde su base, partiendo
de aquellas necesidades más inmediatas (fisiológicas y que garantizan de alguna
manera la supervivencia de la especie) tales como la alimentación, el descanso,
evitación del sufrimiento físico, etc. que compartimos con el resto de las especies.
La segunda fase se refiere a la necesidad
de seguridad y nace de la búsqueda de preservación ante la inclemencia del
medio ambiente tal como las tempestades y tormentas, el frío o calor extremo, lo
cual bien puede ser el impulso primario para la busca de un recinto para vivir,
una primitiva noción de hogar. Luego en tercer lugar, surge una necesidad de
conformar pareja o las primarias pulsiones de filiación para trascender lo
finito o temporal. En cuarto lugar de la jerarquía están las necesidades de
reconocimiento, de autoestima. En quinto lugar, están las necesidades de autorrealización.
A partir de los dos segmentos más altos, se comienzan a hacer visibles los
valores, la identidad, idea de bien o sentido de vida que trascienden las gratificaciones
inmediatas manifestadas mediante necesidad o pulsión. Luego en el capítulo
cinco de la obra, hace algunas inferencias con algunos visos darwinianos entre
los cuales destaca:
“las
necesidades fisiológicas (que se ordenan en una jerarquía) son más fuertes que
las de seguridad, que son más fuertes que las necesidades de amor, que a su vez
son más fuertes que las necesidades de estima, que son más fuertes que aquellas
necesidades idiosincráticas a las que hemos denominado necesidad de autorrealización.”
(Maslow (1991) Op.Cit. p. 88)
Lo dicho, está relacionado con la urgencia
de satisfacción de las primarias necesidades en razón de la fuerza de preservación
de la vida y por lo tanto más groseras, inmediatas al instinto y a la
preservación en la continuidad de la especie. Acá no opera mediación ética o
selectiva, podríamos extender a esta idea la noción de “velo de la ignorancia” de
Rawls en cuanto a la preminencia para la satisfacción propia, por sobre
cualquier otro interés. Hay una vinculación que Maslow apenas menciona pero
importante para considerar la fuerza en que se manifiestan; y está en la relación
de éstas necesidades primarias con el inconsciente (p. 42).
En la Figura No. 1, a la configuración tradicional
de la pirámide, hemos introducido una segmentación que separa en primer
término, las necesidades que se manifiestan por carencia (fisiológicas y de
seguridad) es decir, que de su falta o carencia se disparan pulsiones en la
fisiología que urgen cubrir o saciar. Así, cuando sentimos hambre buscamos la
forma de saciarla y para ello tenemos diversas opciones para alcanzar el
objetivo, algunas más simples, otras más complejas o elaboradas. De igual forma
con la exposición a la intemperie, su efecto sobre nuestra fisiología nos lleva
a buscar alternativas de protección de la misma manera que en la prehistoria
motivó a buscar en cuevas como cobijo de la intemperie.
Figura No. 1. Jerarquía de las
necesidades según A. Maslow.
En otro orden, en
cuanto a las necesidades que hemos denominado «del ser» surgen desde un tipo
más elevado de consideración o estima y que, de su carencia no hay una
fisiología o pulsión que enerve la urgencia para ser saciada. Podemos observar
una sublimación en la calidad de estas necesidades y que están –como lo señala
el mismo Maslow– “está en el nivel más alto filogenético o del desarrollo
evolutivo” (Op.Cit. p. 88). Dentro de
esta clasificación están necesidades que implican el acto de dar, brindar,
proteger, cuidar, como es en el área afectiva y que sin duda es una evidencia
de las capacidades más evolucionadas de la especie.
La determinación de alcanzar el
disfrute de las «necesidades del ser» está signada por la «gratificación» que
produce en el individuo situarse ascendentemente dentro de cada uno de estos
estadios de bienestar, a esto se le denomina “motivación al logro” y sin duda
no material –al menos no como fin–, metafísico[15]. Formulando
lógicamente la propuesta de Maslow, con lograr que: (a) la población alcance
cubrir las necesidades de orden básico, -entonces (b)- podemos concluir que colocaría
al individuo en una mejor disposición para el desarrollo de sus capacidades de
segundo orden o «del ser». La pregunta sería: Por cuanto satisfechas las
necesidades primarias se garantiza la supervivencia, una vez satisfechas las
fases vitales ¿cómo motivar para que los individuos continúen incorporando las consecuentes
escalas en la jerarquía? En casos de naciones en los que las instituciones de
la democracia liberal funcionan, el desarrollo está consustanciado a los
valores democráticos (instituciones inclusivas). No obstante –y es nuestro
objeto de estudio– en los países pobres es apreciable una lesiva tendencia al
asistencialismo paternalista que fomenta la laxitud en los procesos motivadores
del locus de control.
Consecuentemente el individuo que se
subsume en ésta cultura adquiere en su paradigma, una idea retorcida de la
constitución del orden social… todo aquel que logre ascenso social está bajo
sospecha. Los comerciantes se han hecho ricos porque roban a los más pobres,
todo el que evidencie progreso económico debe ser investigado, con trabajo y
estudios es imposible alcanzar el estado de bienestar a menos que se haya
tomado ventaja de alguna vía deshonesta. De esta manera las potencialidades
para proveerse de su propio sistema de ascenso social se hacen un espejismo
difuso y poco valorado. Estos paradigmas se repetirán vicariamente y se
multiplicarán en la misma medida que demográficamente se expandan estas clases
sociales.
Sin duda, estudiar la pobreza trascendiendo
lo cuantitativo, es examinar el campo fenomenológico que prevalece detrás de la
idea, la idiosincrasia dominante… y en esto, el marco conceptual hermenéutico es
por tanto filosófico. Pasemos ahora a hacer un ejercicio hermenéutico del
ámbito trascendental con miras a interpretar la acción humana, en pro de lo que
consensualmente denominamos progreso. Orígenes[16],
en su “doctrina de las tres hipóstasis” (ousiai
idiai[17])
comparado con el análisis de la Santa Trinidad, aporta un modelo mediante el cual
describe –usando como referente la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo– una
escala de mayor a menor grado de perfección, siguiendo la línea platónica en la
cual el Padre (El Uno), la mayor
perfección[18],
claramente por ser «no creado» es por tanto absoluto. Luego el Hijo, una
perfección intermedia o extensiva, por ser manifiesta la inteligencia (Nous) del Creador[19]. Y
el Espíritu Santo (Atman), cuya más
excelsa manifestación es la fuerza (potentia)
que impulsa la realización de la santidad que vendría a ser a imago dei del Padre Creador. En analogía,
el ser humano que comprende (intelligentia
hijo sui) su “condición humana” como previo paso a perfeccionar su
existencia mediante imitar o emular la perfección del Padre (primer grado de
perfección) con el impulso motriz del Espíritu Santo, llevándolo a la manifestación
(ousía) a través del “Ser” –sólo «ser
de bien» para ser expresión que imita fidedignamente al Padre–. Nótese que el
impulso primero de lo volitivo para realizar al «Ser», es el comprender su condición
mediante “la razón” (Cristo), Ser-Inteligencia-Santidad, los tres grados que
completan o dan perfección al Ser (Pikasa,1989, p. 54)[20].
Despojando el tema de cualquier intención
religiosa, el ejemplo es ilustración para encuadrar nuestro punto, manifestar el
carácter perfecto y magnífico que espera a la especie humana, de encontrar su
naturaleza devenida del espíritu. Para «materializar esta potencia» requiere la
comprensión de ser algo más que materia animada y mediante obtener la contribución
que provee el «Espíritu Santo». Es abrirse a posibilidades (la potencia en el
sentido Aristotélico) que brinda el “espíritu humano”; lo que en su ausencia
sería imposible realizar aquello que lo manifiesta clara y distintamente de lo
inanimado o de la bestia cuya voluntad esta animada por los instintos de la
manada. Esto prepara un receptáculo idóneo para que la inteligencia operante se
haga manifiesta, una ousía que emula
las cualidades del Padre Creador. Nos hemos detenido en este ejemplo de trabajo
clásico hermenéutico, por cuanto es perfectamente pertinente a nuestra
investigación y de lo cual ampliaremos su propósito más adelante.
De la tradición hermenéutica como método
nos basamos en Hans G. Gadamer, recreándonos en el pasaje que destaca J.
Grondin (2002): “Explicar lo que ocurre en esta operación humana fundamental
del comprender interpretativo: este se nos aparece ahora como una experiencia antropológica,
es decir, como experimento de realidad” (p. 82). Los escritores antiguos
utilizaban las escrituras para comprender el mundo mediante la alegoría. De los
dos párrafos anteriores, concordados con la noción de que: «estamos hechos a
imagen de lo divino» (imago Dei)[21],
la perfección del ser sólo se alcanza mediante la comprensión de que el cuerpo
es vehículo necesario para la manifestación de un rasgo superior, espiritual.
Cualquier otra manifestación que no alcance dicho nivel, no cumple con la
perfección debida. Nótese que estamos apuntando a diferentes escalas en el
desarrollo evolutivo de la consciencia y no a patologías manifiestas en la
conducta de los individuos, que están ajenas a las consideraciones de este
trabajo. Entonces ¿puede un individuo vivir dentro de una sociedad sin alcanzar
la cúspide de la pirámide dentro de la escala de “necesidades básicas” y
desarrollar una vida considerada “normal”? Sin duda podemos decir que sí.
Inclusive podemos afirmar que estos casos son numerosos dentro de nuestras
regiones aludidas y otros tantos en las regiones del primer mundo.
Diversos autores han caracterizado a estos
grupos humanos en un término que suscribimos en su totalidad «el hombre-masa» a
las que José Ortega y Gasset (2010) refiere en “La rebelión de las masas” y
atreviéndonos a sintetizarlo en una frase; es el hombre que ha perdido su
“poder espiritual” y que lo cambió por el poder material. Habiendo perdido su
poder espiritual, se ha quedado rezagado ante el avance del transcurrir del
mundo, la civilización. De nuestras consideraciones previas, el individuo que
carece de iniciativa para empoderarse y asumir su propio desarrollo, Ortega lo
caracterizó como “el niño mimado” (Op.
Cit. p. 80), entre otras cosas no se preocupan más que por su propio
bienestar. Son incapaces de percibir en los avances de la civilización, el
prodigio del esfuerzo, «por lo que si desean pan, son capaces de destruir las
panaderías». Ortega también toma distancia de la concepción de masas de Marx,
por cuanto no se limita al segmento de la clase obrera, sino que abarca otros
estadios de la sociedad que no tienen que ver con su medio de vida, más sí con
su concepción de la vida, con una arquitectura psicológica que hace común
“religión, ciencia, derechos, arte, valores sociales y eróticos” (Op. Cit., p. 267).
Representaciones
sociales y su importancia en la “agencia individual”
Wilhelm Wundt entre los años mil
novecientos y mil novecientos veinte, expone su trabajo de investigación sobre
la Völkerpsychologie[22]
en la cual da cuenta de la construcción del edificio cultural que vincula y
sirve de marco a las relaciones societarias o de configuración de las
sociedades culturales. Wundt quiere consolidar una psicología experimental, por
lo que su búsqueda de apego al método científico ha de delimitar el alcance de
su trabajo. Sin embargo, en su “Compendio de Psicología”, da a la psicología la
definición de «ciencia del alma», estimando los procesos psíquicos como
fenómenos de un orden especial de la experiencia. Kurt Danzinger, citado por
Graciela De la Rosa (1988), señala que Wundt intuye de los grupos humanos una
“respuesta mimética innata a las expresiones de otros”, mediante la cual se
produce la transferencia de los “estados mentales” entre los individuos
(colectivización de la cultura). Wundt concentra su atención en el lenguaje
como el gran recopilador de las costumbres de la etnia que se convertirán en la
cultura dominante. De momento nos quedamos con la idea de que, los individuos
capturan del “mundo externo” lo que éste les provee, y lo incorporan como parte
de sus “estados mentales”, –sin duda– el mundo circundante le provee de lo que
tiene, no puede ser de otra manera.
A finales de los años cincuenta, C.G. Jung
(1970) presenta su trabajo sobre “Arquetipos e Inconsciente colectivo” y alude
a Lévy-Bruhl en cuanto a su expresión “représentation
collectives” con la que distingue la cosmovisión primitiva (Op. Cit. p. 11), esa “parte oscura del
alma” frase que tendió como puente a ese espacio que no se corresponde al «imago dei» que describe San Agustín
como rector del espíritu humano. Esta idea del bien deviene del término «Aidós» de los griegos que constituye en
los hombres la ética del bien[23].
Luego Kant deposita la idea del bien en el “comon
sense” como factor que impulsa el desarrollo armónico del hombre;
explicación necesaria en el marco de la razón. Ahora bien, con relación al
inconsciente y a los impulsos primitivos, Jung (1970, Op.Cit. p. 20) estableció la siguiente comparación que resulta interesante
a nuestro estudio. La capacidad del oído humano para percibir las ondas de
sonido van en un rango entre veinte y veinte mil Hertz. En cuanto a la longitud
de onda, nuestros ojos pueden percibir entre tres mil novecientos y siete mil
setecientos Angström. Lo que nos indica que lo que ocurra fuera de esta escala
perceptible, no quiere decir que no exista. La percepción se da dentro de una
escala, y de lo que se encuentra fuera del alcance no se da cuenta.
Es en este sentido que lo “fisiológico” como
carácter animal, produce los impulsos para sostener la vida biológica y
concurre con el estado “psíquico”. La cualidad de lo psíquico toma control
cuando el individuo se emancipa de los condicionamientos tanto internos como
externos e impone «la voluntad».
“Con su creciente liberación de lo meramente
instintivo, la parte superior alcanza finalmente un nivel en el cual en algunos
casos la energía inherente a la función no sólo no está orientada en el sentido
primitivo del impulso, sino que llega a poseer una forma que es denominada espiritual” (Jung, p. 127).
En la evolución o
progreso de los «modos psicológicos» Jung distingue dos vertientes a)
“instinto-arquetipo” y b) “instinto voluntad”. Así la energía antes procedente
de los instintos, se sublima llegando a alcanzar una condición espiritual que, en cuanto a fines, está
más al servicio de otras motivaciones no instintivas. De ahí la importancia de la influencia del
entorno sobre el desarrollo de la vida, a saber: a) un individuo que en estado
“pre-consciente” responde fundamentalmente a «impulsos» y que en su
constitución básica o antropológica está asociado al orden natural de la
preservación de la especie, semejante a la manada, reproduce los aspectos
incorporados tales como las costumbres y hábitos de las que el medio le ha
provisto, para actuar de manera recíproca con su entorno (capacidad
adaptativa). Y b) el individuo que actúa mediante la «voluntad», que ha
definido sus preferencias y puede discriminar de manera distinta y diferente,
aquello que es de su conveniencia y se rige por acciones inteligentes y éticas obra
mediante el sentido común. Sin duda, el entorno presente en todo momento de la
vida activa del individuo, ejerce una constante fuerza de gravedad sobre sus
deseos, no obstante, su estado de consciencia media en la adecuada satisfacción
de dichos deseos o necesidades.
El hombre-masa inclinado a actuar por
impulsos, mediado por la manada, por su vinculación a lo instintivo colectivo, (“Inconsciente
colectivo”, Freud) es, por tanto con una mayor labilidad a la influencia del
entorno. El hombre que ha desarrollado su capacidad volitiva ejercita sus
propiedades de individuación, por cuanto consciente de su responsabilidad de sí
(locus de control) diseña estrategias para el logro de objetivos con un sentido
más agudo. El hombre libre adquiere consciencia (referencia) espacio-temporal,
por ello la historia no le es extraña, es un referente que le permite conocer
su estado con relación al pasado y mediante, puede trazar ruta al futuro
tomando cuido de no cometer los errores del pasado. Así se aplica la bienaventuranza del Maestro
Jesús, cuando el hombre en estado de consciencia de sí, asume su pobreza de
espíritu y privilegia para sí lo que le proporcionará el nutrimento del
espíritu. Es un estado semejante a despertar a un nuevo estado de consciencia
de sí y que lejos de paralizar, excita la voluntad para alcanzar la perfección
de la que se sabe digno.
La sociedad y sus hombres “conscientes de
su pobreza de espíritu”, tienen una inmensa tarea pendiente, la reconstrucción
de espacios en los que los hombres reflexionen sobre lo que reconstituye el
espíritu. Las antiguas civilizaciones tenían muy presente que las sociedades
avanzan al ritmo del más lento de sus ciudadanos, por lo que cuidaban con
esmero aquellos cultivadores del espíritu, bardos, poetas, pintores,
historiadores, educadores… Ortega y Gasset fue un constante celador del espacio
de la cultura y la filosofía como aportantes a la riqueza del espíritu. ¿Qué
tal si comenzamos con vigorizar la discusión en cuanto a estos espacios
olvidados de la consciencia que revitalizan el espíritu?
-------------------- 0 ------------------
“El presente trabajo ha sido presentado
en el V Congreso Internacional “Las caras invisibles de la pobreza: una mirada
integral de la vulnerabilidad”, realizado en Campus Universitario Austral,
Pilar, Buenos Aires, el 25 de septiembre de 2018”.
[1] Las
nueve categorías que se tabulan son: a) Calidad económica, b) Clima para
negocios, c) Gobernanza, d) Educación, e) Salud, f) Seguridad, g) Libertad
personal, h) Capital social y j) Ambiente (Ecología) https://www.li.com/
[2]
Vea por ejemplo: https://www.children.org/es/pobreza-global/datos-sobre-la-pobreza / http://www.bancomundial.org/es/publication/reference; sólo por citar dos referencias acreditadas.
[3]
Entendemos esta denominación según lo caracteriza LeBon, Durkheim, luego Freud
y que coinciden en el término “masas”.
[4]
Siglas para “Producto Interno Bruto”. Nótese que no hay mediación para
distinguir entre cultura de productividad propiamente dicha o rentismo
(instituciones extraccionistas).
[5]
“Los tigres asiáticos” ha sido la denominación clásica dada al fenómeno
económico de Hong Kong, Corea del Sur, Malasia y Singapur, sin menoscabo de
otras regiones del continente tales como Taiwán y Japón. China, por sus
características cerradas en cuanto a información, dificulta insertarlo
estadísticamente, no obstante su notable crecimiento económico el cual ha
incidido en la vida común de sus ciudadanos. (Ver: Kekic, L. (2012). Globalización, crecimiento y el siglo
asiático. En: El mundo en 2050.)
[6]
Inferencia basada en “Por qué fracasan
los países” (detalles en la bibliografía).
[7]
La laboriosidad no era una expresión social comúnmente extendida en el mundo
prehispánico, predomina la recolección así como la caza y la pesca como formas
de economía tribal. Con algunas excepciones como las destacadas de los Mayas y
el imperio Inca –sin descartar la existencia de otros casos– que evidencian en
su legado arqueológico un conocimiento avanzado en su forma de relacionarse con
el medio para la producción y la agricultura.
[8]
Es importante citar que no estamos declarando el determinismo histórico, sin
embargo no podemos ignorar el hecho de que las sociedades responden a un marco
cultural que tiende a potenciar o atrofiar las potencialidades del colectivo
como argumentaremos más adelante. Siempre habrán excepciones a la regla, más,
en el campo sociológico el marco cultural juega un papel determinante.
[9]
La traducción comúnmente aceptada es «Cosmovisión», del alemán: (Welt, "mundo", y anschauen, "observar") e
incorpora la idea de mundo compuesta por percepciones, conceptualizaciones y
las valoraciones sobre el mundo y sus relaciones.
[10]
Fukuyama propone la idea de «confianza» como la expectativa compartida de una
comunidad de comportamiento honesto y cooperativo fuera de la familia y el
capital social que involucra los valores creados por la tradición, la religión
u otros medios, como la fuerza para organizarse efectivamente sin depender de
lazos de sangre o la intervención del gobierno.
[11]
G. W. Leibniz (1646-1716) en su obra Monadología,
asemeja al individuo a una mónada, seres con diferentes roles, emociones,
acciones pero integrados como un organismo cerrado.
[12]
Método desarrollado por Wilfredo Pareto y conocido como “la regla 80:20”,
utilizado originalmente para ilustrar su hipótesis sobre la sociología italiana
en la que el 20% de la población poseía el 80% de la riqueza, mientras que el
80% tan solo el 20% restante.
[13]
(PIB para el año 2012: US$1.479,560 millones)
[14]
La psicología clásica es reconocida como la primera escuela, el Psicoanálisis
como la segunda y las revisiones que surgen a partir de la obra de Alfred Adler
y Carl Rogers que profundizan en el humanismo, han sido las etapas que signan
la evolución de la psicología.
[15]
La influencia del marketing sobre el
orden de las necesidades no ha sido considerado en éste trabajo de Maslow más
que tangencialmente. Quien observa con detenimiento un comercial escenificado
en un atardecer a la orilla de playa, con jóvenes y chicas hermosas y en
actitud de gozo y disfrute, cantando y bailando, sabe que de seguida se
exaltará un cigarrillo de la marca de moda o el licor de nueva marca. Todo
indica que las prioridades en esta jerarquía son relativas y que con ingenio,
puede influirse en la preferencia.
[16]
Orígenes (185-254 E.C.), Hermeneuta y traductor de textos; hijo de Leónidas de
Alejandría. Por su erudición está considerado al mismo nivel de Santo Tomás en
la referencia de la Iglesia.
[17]
Síntesis de la idea aristotélica que identifica tres cualidades distintas en la
Trinidad merikai ousiai, ikikai
theotetes, idiai physeis (la esencia pura, lo que diviniza y deifica, la
suma de los anteriores manifestado físicamente).
[18]
Sin duda una remembranza a su idea platónica del orden del universo desde la
perfección de lo espiritual, devenido hacia la menor perfección presente en la
materia.
[19]
Una existencia basada principalmente en la razón, de suyo, cartesiana (cogito ergo sum) en cuyo vehículo de
manifestación está la consciencia de “Ser”. No en el sentido Aristotélico, sino
más bien de Espinoza:
“Dada la esencia de
una cosa cualquiera, de ella se siguen necesariamente ciertas cosas, y las cosas no pueden más que aquello que se sigue necesariamente de su determinada
naturaleza; por lo cual, la potencia o el esfuerzo de una cosa cualquiera con
el que ya sola, ya con otras, obra o se esfuerza por obrar algo, esto es, la
potencia o el esfuerzo con que se esfuerza por perseverar en su ser, no es nada
aparte de la esencia dada o actual de la cosa misma”. (Ética. Pág. 7)
[20]
Pikasa (1989); cita del Concilio de Calcedonia que: “por Cristo y desde Cristo
son «sujeto de realización», realidades absolutas. El hombre ya no es máscara
en busca de su verdad y permanencia (el prosopon
griego); tampoco es una función jurídica que pasa (persona latina). La persona se identifica con la hypóstasis, es decir, con su ser
concreto, con su realidad definitiva” (p. 83).
[21] (Génesis
1:27) “Dios creó al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y
hembra los creó”.
[22]
Traduce “Etnopsicología” o psicología fisiológica. Por su tratamiento de la
evolución del lenguaje se desprende la influencia darwinista de su pensamiento
que da marco al desarrollo de sus ideas.
[23]
En la mitología griega, Prometeo se compadece de la minusvalía del hombre y comete
el error de entregarle el fuego, de manera que Zeus como castigo permite que
los hombres se destruyan entre sí. Para aliviar esta pena Prometeo envía a los
hombres dos de sus hijas, Aidós (la
dignidad humana) y a Diké (La
justicia), de modo tal que el hombre desarrolló la consciencia y cesó el caos.
[i] Reina-Valera
Versión (1960), © Sociedades Bíblicas en América Latina. Renovado © Sociedades
Bíblicas Unidas, 1988.
[ii] Real
Academia Española (2014), Diccionario de
la lengua española, Madrid. 23.ª ed. Espasa.
[iii]
Recuperado de: https://www.datosmacro.com/paises/noruega
&&&
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Traducción: Javier Gonzalez Alonso.
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