Reflexiones incómodas

A mi maestro Carlos Jorge...
La crítica es saludable cuando nos pone delante los errores cometidos y tendrá sentido cuando de ello deriven acciones que propicien el éxito a los fines del bien que se persigue. Experimentamos momentos aciagos para nuestra República, en nuestra sociedad emergen problemas que han estado sumergidos mediante la indolencia de nuestras clases dominantes desde nuestros primeros tiempos y que han emergido de manera violenta para poner de relieve nuestras más oscuras facetas como sociedad. Antes hemos escrito sobre las “representaciones sociales” idea del inconsciente colectivo que rige el comportamiento de la sociedad, nuestras sociedades son el arquetipo de nuestras virtudes y vicios individuales, colectivizados en la medida que se hacen notorios o abundantes. Esta tendencia engendra a su vez conducta según dicho marco y contamina o subsume lo bueno si lo malo se hace mayoritario. Así, nuestra sociedad no sólo es “buena gente”, “trabajadora y luchadora”; sino que también manifiesta lo que ha quedado patente en estos dieciocho años mediante violencia, corrupción, desidia, indolencia, rentismo y todos los males que ha revelado esta “etapa de revolución”.
Sin desmérito de los progresos industriales y “ascenso social” que muchos ciudadanos de bien aprovecharon del estado de bienestar de los cuarenta años de democracia, las equívocas políticas de asistencia social que tendían hacia el “asistencialismo” y no hacia la educación para “enseñar a pescar”; sumado a un sistema educativo que <<siendo meticulosos en el respeto al pensamiento plural>> no promocionó adecuadamente la <<educación ciudadana>>, el acento en los valores de la democracia sin soslayo o parangón como prescribía Simón Rodriguez y que su alumno predilecto Simón Bolívar predicó, hicieron posible que el germen del resentimiento y la lucha de clases tuviese “torcido” asiento en el imaginario colectivo.
No obstante las alarmas que genera nuestra actual situación, es sorprendente que no haya sido la sirena que convoque a nuclear una única, sólida y compacta oposición que consolide un frente ante un sistema que sostiene el poder a toda costa, y cuando decimos “a toda costa” implica transgredir los límites de la sensatez y sin contingente ético. Sí, hay un despertar que se manifiesta angustioso en diferentes y variopintas iniciativas, pero la dispersión y los esfuerzos parciales deben confluir para enriquecer la estrategia y aun cuando se abran varios frentes para combatir nuestra situación, respondan a una estrategia única que bien pudiese confluir a un ideario nacional que plante cara ante el régimen y proponga un nuevo orden nacional. No han sido suficientes las setenta y dos pérdidas de vidas que día a día van tachando con sangre en el calendario que contabiliza la dimensión de nuestra luctuosa tragedia; para poner en espera los intereses particulares y las diferencias ideológicas, para sumarse a un solo propósito, consolidar un proyecto país y definir una estrategia concertada para la transición en el plazo más corto posible y con el menor costo de víctimas.
Es el momento de poner a un lado la soberbia y trabajar de manera conjunta para construir el país que soñamos. La Asamblea Nacional es por excelencia la punta de lanza catalizadora para promover y organizar esta concertación nacional, en la cual tengan espacio “real” todos los sectores de la nación. Y decimos “real" por cuanto en la participación colectiva de dicha construcción, todas las ideas deben ser tomadas en cuenta, tabuladas para construir una sólida posición que colegie las voluntades de manera que se ponga coto al totalitarismo. La AN como centro, las Iglesias más representativas del sentir nacional, las academias con la representación de sus estudiantes, los empresarios y demás órganos colegiados, inclusive las disidencias del régimen, han de concurrir a sumarse a esta acción.
No podemos seguir eludiendo la realidad de que esto trascendió nuestra capacidad de discernimiento, hay intereses supranacionales interesados en continuar la caótica situación del país. Venezuela es y ha sido un botín deseado por muchos durante mucho tiempo. Y de manera segmentada, por separado o mediante los liderazgos convencionales, será muy cuesta arriba detener el desastre y se corre el riesgo de fracasar en el intento. No hemos avizorado aún la magnitud del problema con claridad y la soberbia contribuye al desespero y nubla la visión. Es indispensable LA UNIDAD, para ir con estrategias claras y oportunas en el proceso de recuperación de la institucionalidad, so pena de perder el momentum. Nuestro problema clave o fundamental tiene que ver con la educación y la cultura, nuestra débil complexión permitió que se desarrollara de manera imperceptible el mal que nos aqueja. Así como durante los cuarenta años de democracia ignoramos que sí había pobreza y excusión, también minimizamos los efectos que el discurso izquierdista estaba ocasionando en el seno de las universidades, en los barrios, a lo interno de los partidos políticos, algo que en algún momento haría eclosión.
El explosivo coctel que adquiere carácter neurálgico en los siguientes años consecuentes al primer gobierno de CAP (1979 en adelante), tendrían consecuencias nefastas para nuestro sistema. Sin duda alguna, Venezuela se dividía en dos polos de realidad ampliamente diferenciadas. Un sector de la población con acceso a los servicios y bondades de la modernidad, y por otro lado, un gran sector de la Venezuela rural sumado a un cinturón de miseria que pululaba en los cerros y barrios que crecían en los alrededores de las metrópolis sin control alguno y con una visión distorsionada de las bondades del petróleo, que hacía creer que sus carencias eran sólo producto de lo que se robaban los ricos y los políticos a costa de sus penas y padecimientos. Este sector mayoritario demográficamente era el caldo de cultivo por excelencia para el resentimiento y la revancha. Luego, en el seno mismo de la clase media movidos por intereses particulares de sectores que disputan el poder, comienza a tener cabida el discurso de carácter social pero maniqueo, carente de interés legítimo por soluciones, más sí cargado de señalamientos y críticas manipuladoras ante el “sacrificio de los más pobres”. Sin duda, esta mezcla de un sector que padece de las vicisitudes de no contar con el acceso a las bondades de la vida moderna, bombardeados con la idea de que la culpa de todas sus penas la tienen los corruptos y todos los empresarios que se “han robado lo que a ellos corresponde”, es una receta altamente explosiva y que detonó en capítulos, de los que el primero fue el “caracazo del 27 de febrero de 1989”. No obstante el remedio fue peor que la enfermedad y el destino quiso que viéramos de primera mano lo que significan los “demonios de nuestra sombra”.
Hoy la juventud enfrenta de una manera estoica la fuerza represiva del régimen. Persiguen un sueño que se alcanzará en la medida que se orquesten acuerdos de convivencia los que tarde o temprano han de surgir del mismo seno de nuestra colectividad. Quiera La Providencia que sea más temprano que tarde y que no ahondemos en los infiernos de la confrontación que lega odios, mayor pobreza y revancha. Tiempo de decisiones maduras.
“Las Violencias del Gobierno hacen un Pueblo astuto.
Primer grado de Política Popular.
La Astucia del Pueblo hace un Gobierno Suspicaz.
Primer grado de Política Gubernativa.
La Suspicacia del Gobierno hace un Pueblo desconfiado.
Segundo grado de Política Popular.
La Desconfianza del Pueblo hace un Gobierno Hipócrita.
Segundo grado de Política Gubernativa.
La Hipocresía del Gobierno hace un Pueblo falso.
Tercer grado de Política Popular.
La Falsedad del Pueblo hace un Gobierno arbitrario.
Tercer grado de Política Gubernativa.
La arbitrariedad del Gobierno hace un Pueblo atrevido.
Y se acaba la POLITICA porque se pierde el RESPETO.
Discordancia absoluta entre las partes.
El miedo hace al gobierno TIRANICO.
El ODIO hace al Pueblo CRUEL.”.


S. Rodríguez.     

Comentarios

  1. Amigo, gracias por la dedicatoria. En general, comparto tus reflexiones. Te propongo ampliar el tema: la destrucción y muerte de la clase media en Venezuela. Creo que se le han dedicado demasiadas páginas a "los pobres", pero la clase media profesional, fundamentalmente, ha sido, y es, la heroína ¿trágica? de estos días de muerte y destrucción.
    Un saludo al pie del Ávila.
    Carlos Jorge

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