Camino a la VI República.- Comentarios sobre el artículo: Venezuela, La Batalla Final.
Del
artículo escrito por el profesor Heinz Dietrich, el 30 de diciembre pasado en
la sección de Autores de Aporrea, muy pertinente por demás cuyo título encabeza
este escrito[1],
he querido emplear con mucho respeto, su estructura para ahondar en una crítica
a nuestra actual situación ideológica que parece “atrapada en el tiempo”
mientras que los acomodos social, económicos y tecnológicos en el mundo, nos han
dejado atrás, peligrosamente rezagados, quedando cada vez más frágiles ante el
espectro del progreso. Inalcanzable para nuestras posibilidades alcanzar como nación
lo que Simón Bolívar designa a las futuras generaciones de gobernantes: “Dignaos conceder a Venezuela un gobierno
eminentemente popular, eminentemente justo, eminentemente moral, que encadene
la opresión, la anarquía y la culpa… Un gobierno que haga triunfar bajo el
imperio de leyes inexorables, la igualdad y la libertad”[2].
El
problema de errar en la búsqueda de la fórmula del progreso no es exclusivo de
Venezuela. América Latina se debate entre fórmulas repetidas y contradicciones
que hoy están en puntos suspensivos en el mundo entero; fórmulas que nos han sumergido
en el subdesarrollo, la pobreza y la exclusión. Una debilidad crónica y
dependencia que nos ha llevado a buscar desesperadamente malabaristas, magos y
maromeros para que nos ayuden a encontrar el sendero perdido hacia el primer
mundo. Hemos de referirnos a la dicotomía entre liberalismo y socialismo en
Venezuela; por ser éste el país donde disfrutamos y padecemos. Resulta pertinente,
ya que aquí se pone a prueba el mito de lo “imprescindible” de los recursos
materiales para alcanzar la autonomía ya que en nuestro caso, desde los
cuarenta años de democracia imperfecta, pasando por los más de tres lustros del
Socialismo del Siglo XXI, se han administrado (o mejor dicho: dilapidado Giordani dixit) la más ingente cantidad
de recursos provenientes del suelo, sin que ello haya colocado al pueblo en el
camino del desarrollo y la autosustentabilidad de la nación. Al contrario, ha
servido para que élites se hayan enriquecido de manera grosera y escandalosa
haciendo de los bienes del Estado, botín de pocos. Aquí cobran más vigencia que
nunca las palabras de Simón Rodríguez: “o
inventamos o erramos”. En esto es impostergable que hagamos crítica
profunda de nuestros paradigmas para producir ideas nuevas, que sean pilares
para el desarrollo de una sociedad de bienestar y progreso.
Volviendo
al artículo del Profesor Dietrich, citamos: “El
resultado final del proceso de transición será determinado por los militares y
la geoeconomía mundial. Ante ambos atractores, la MUD y la Troyka son
operadores de segunda clase en un polígono de transición definido por fuerzas
superiores.” Preocupa que nuestra discusión no alcance superar el paradigma
anti-imperialista, la paranoia de yanquis persiguiendo “nuestro petróleo”. El
mundo entero abjura del uso de los combustibles fósiles ante su nocivo efecto
sobre el planeta. Los científicos del primer mundo trabajan incansablemente en
la investigación para la generación alternativa de energías más económicas y
menos contaminantes. Sumado a esto, el mercado se encuentra saturado por la
sobreoferta que impulsa a la baja los precios del crudo. El levantamiento de
las sanciones a Irán conjuntamente con Estados Unidos ahora en el escenario como
proveedor en los mercados, compromete la ya dudosa ventaja de pertenecer al
Club Petrocaribe como mecenas de una causa con cuestionables ventajas. El
tiempo ha dado la razón a quienes como Juan Pablo Pérez Alfonzo, han descrito
los efectos narcotizantes del petróleo a semejanza “del excremento del Diablo”;
pues éste ha servido para aletargar las potencialidades de nuestro pueblo, atornillando
la corrupción como una de las formas más viles de sometimiento y alienación;
para exacerbar la cultura rentista que nos amodorra y atornilla el mito del
país rico. Hoy podemos comprender que los años de bonanza petrolera y la deriva
económica que produjo, no proporcionó a nuestra nación la autarquía[3].
¿Subsisten
intereses sobre nuestra situación geográfica que puedan ser atractivo de
potencias? Sin duda alguna, pero no solo para el “big-brother”. Venezuela como puerta de entrada a Suramérica es
atractiva para las potencias que observan con interés estas ventajas-. Sumado
esto a las riquezas en recursos minerales e hídricos estratégicos de que dispone
el suelo nacional, hace de Venezuela un botín preciado. Más, ¿Acaso alguna de las
potencias establecidas o emergentes privilegiarían el bienestar “del otro” por
encima de los intereses y conveniencias de su propio pueblo? ¿Qué nos pasó en
ese trance de inocencia en el que se han enaltecido los convenios con Cuba, República
Popular de China, Irán y otras naciones para llamar a estos “de gran beneficio
para nuestro pueblo”? ¿Realmente hemos de ser tan cándidos para pensar que
algún peregrino gobierno hará “negocios” para promover el desarrollo de otra
nación por encima de los de su propio pueblo, de manera que en el futuro se
constituya en un rival en los mercados internacionales? No podemos enajenarnos del
hecho que “la condición humana primitiva” priva cuando entran en conflicto
intereses. Prevalece el principio darwiniano por sobre elementos románticos de
consustanciación ideológica. En este sentido cobra fuerza la sentencia del
Prof. Dietrich de que la transición será definida por “fuerzas superiores”. Alerta
como las que enerva Eulogio Delpino, al calificar nuestro futuro como “la
inminencia de una catástrofe”, no puede ser ignorada, ni mucho menos ser vista
como contra-revolucionarias pues el interés de la República se encuentra por encima
de la prevalencia de ideal político alguno.
Las
fuerzas superiores saben que nos encontramos ante una estructura productiva casi
extinta, reducida a ruinas. El desmantelamiento del aparato industrial que se
suma a la progresiva obsolescencia tecnológica mediante estos tres lustros, mientras
de manera contrastante la nanotecnología, la bio y neurociencia marcan el rumbo
en los avances e investigaciones de las naciones del primer mundo. Entonces la
cuesta para acompasarnos a los ritmos del mundo es “empinada y culebrera”. En
lo pragmático, con carácter de urgencia en nuestra realidad venezolana; el tema
económico dando síntomas de catástrofe, ha de ser afrontado mediante el
consenso y aceptando que tan sólo un gran acuerdo nacional podrá salvarnos de
que todo esto escale a dimensiones bélicas y justifique una dictadura a lo
Pinochet (Mejor dicho a lo Mugabe, Pinochet era progresista).
La
perspectiva profética que describe el Prof. Dietrich para ser desarrollada en
tres fases (cambios institucionales a partir de la Asamblea Nacional y el 6E,
confrontación de los extremos en pugna en la calle y caos, para dar paso a un
régimen militar, para luego iniciar el surgimiento de la VI República), tiene su
peso específico. Tan solo un acto de constricción de consciencia sobre las
circunstancias, podrá prever un inminente y sangriento desenlace. Por todo
esto, es de vital importancia que se convoque a un proceso de concordia oppositurum como lo apunta el
Prof. Dietrich, las posiciones extremas deben quedar en el congelador,
pertenecen al pensamiento de la barbarie. El petróleo, aún como eje de
controversias -nuestra principal fuente de ingresos-, está en el banquillo con
muchas probabilidades de ser sentenciado a muerte, si no tomamos medidas
urgentes corremos el peligro de sumarnos a los países en estado de miseria… así
lo entendió el mundo árabe y diversificaron a tiempo sus fuentes de ingreso,
haciendo secundaria la renta petrolera. Las potencias emergentes están
seriamente abocadas en este propósito y siendo parte fundamental del motor de
la economía mundial, es un motivo más para ocuparnos en diseñar una estrategia
económica seria para los años por venir. El pensamiento de izquierda debe ir a
un estadio superior al antiimperialista, entrar a una etapa propositiva que propicie
el desarrollo y la evolución equitativa de los pueblos. Debemos concentrarnos
en promover soluciones que concilien lo mejor de la economía de mercado, con la
conciencia social “no rentista” ni parasitaria; así lo entendió la República
Popular de China y han adecuado su estatuto. El Estado no puede ser un apéndice
del partido o viceversa. Los partidos de turno son administradores de un bien
que es recurso del Estado y el cual no puede ser excluyente.
“La América española es original,
originales han de ser sus instituciones y su gobierno. Y originales, los medios
de unas y otro. O inventamos o erramos. La América no debe imitar servilmente,
sino ser original.” Simón Rodríguez. Sociedades
Americanas, 1828.
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