El venezolano y sus contradicciones.-


Mucho se ha dicho sobre las cualidades sobresalientes del venezolano. Creativo, trabajador, alegre, optimista, buena vaina… en momentos de adversidad se crece en su espíritu solidario y acude desinteresadamente al auxilio de quien sea. Indiscutiblemente son cualidades que en general manifestamos y que bien pueden ser descriptiva para el carácter del venezolano. De hecho, los autores motivacionales cuando tocan el tema social, siempre concluyen con una idealista perspectiva del futuro que nos espera gracias a todas las virtudes con las que contamos. Ahora bien, bajo ésta premisa, ¿Cómo explicamos el tránsito por esta crítica situación que nos acontece? ¿Por qué hemos llegado a estos extremos de incoherencia social? Porque… no son extraterrestres los que nos gobiernan, ni los que han multiplicado el delito hasta hacer nuestros lugares comunes una película de terror. No son de Turmenistan los motorizados que salen como brotados de un sombrero de mago para atracar a Raimundo y todo el mundo en los embotellamientos en las autopistas. No son yihadistas musulmanes los que a diario hacen sicariato en nuestras tortuosas calles de Dios.
Mucho se ha hecho de broma cuando nuestros viejos constantemente repetían la frase: “pero antes se vivía mejor”. Y durante algún tiempo fue en entredicho cuando se comparaba la frase en contraposición de los avances de los que estábamos comenzando a disfrutar. Después de la 2da. Guerra mundial a finales de los años cuarenta, con el proceso de <<sustitución de importaciones>> sumado al desarrollo de la industria de los hidrocarburos, la Venezuela agraria, básicamente productora de café y cacao, comienza a ser objeto de un proceso de industrialización cuyo progreso y dinámica superaba las posibilidades humanas para insertarse de modo coherente; avance para lo cual no estaba socialmente preparada. Modernas autopistas, la interconexión eléctrica, la radio y televisión que luego sería a color, tecnología que recién surgía y asombraba nuestra candidez, fueron objeto de nuestro entretenimiento; mientras algunos privilegiados consolidaban capitales a la sombra de negocios abiertamente ventajosos con el Estado o aprovechados de los beneficios fiscales, mientras una mayoría proletaria quedaba rezagada a la sombra de un Estado que se consagró como proteccionista y no sembró de manera firme la idea de progreso en la sociedad.
Y no faltó quien se preocupara por esta condición social. Alberto Adriani, Arturo Uslar Pietri, incluso Manuel Egaña, entonces Ministro de Minas (1938); trabajaban la idea de la siembra del petróleo. Es a mediados de los años cuarenta (1945) cuando Rómulo Betancourt contaminado de estas ideas, promueve la masificación de la industria petrolera como forma segura de esparcir los beneficios de la renta petrolera, esta sería nuestro primer intento de darle consistencia a un proyecto de desarrollo. Por otro lado, su vocación socialista lo llevó a promover una serie de préstamos en condiciones generosas para los sectores agrícolas a través de la Corporación Venezolana de Fomento (CVF), organismo que se convertiría en un aparato burocrático que incubó la corrupción e ineficiencia de Estado y arrojó un importante peso muerto al capital del mismo. La creación de las federaciones sindicales y las políticas de Estado para estimular la protección de la masa trabajadora, masificación de los sindicatos y las contrataciones colectivas fueron la otra parte que no rindió los resultados esperados y que por el contrario, se convirtieron en potenciadores de las debilidades estructurales en la concepción de Estado en nuestra sociedad[1].  
Mucho tiempo después, nuevamente la historia nos pasa factura por haber administrado con suprema irresponsabilidad, una segunda oportunidad de hacer de Venezuela, una verdadera potencia, sólida, progresista y solidaria, desde una posición aventajada, no compartiendo de lo que carece. El Comandante Chávez capitalizó lo más importante que un país puede aportar para su verdadero desarrollo, la Fe. El pueblo entregó su Fe y confianza cual cheque en blanco al proyecto que lidero Hugo Chavéz. “Si tuvieres fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí, y se pasará; y nada os será imposible”, dijo el maestro más grande que ha pisado este planeta[2]. La Fe se asemeja a lo que los griegos denominaban “Dýnamis”, o aquella potencia previa al acto (enérgeia) que hace posible que las cosas sucedan (metabolê). El estado de potencia en grado tal “que mueva montañas”, puede producir verdaderos milagros al transformarse en acción hacia la materia. Milagros como el caso de Japón que en 1945 yace devastada por la fuerza nuclear que desoló no solo su suelo sino el alma de su pueblo ante la aplastante derrota infligida por los ejércitos aliados; y que desde 1960 hasta por más de veinte años, su producto interno bruto haya crecido sostenidamente en un promedio anual de 8%, hasta convertirla en una potencia mundial de primer orden, caso que evidencian las posibilidades del espíritu humano cuando decididamente cree en un ideal[3].
Es Japón un ejemplo perfecto comparativamente desde las cualidades de su geografía, equiparadas con nuestra amada Venezuela son ínfimas. Siendo un cinturón estrato-volcánico sembrado al oeste del Pacífico de 364 mil kilómetros, es a menudo epicentro de terremotos, sunamis, actividad volcánica y embates naturales propios de su naturaleza. Venezuela, en su extensión de 916.172 Km2 posee más de las tres cuartas partes de su terreno fértil, acompañado de un clima tropical moderado debido a su equidistancia del ecuador. Una hidrografía incomparable con un caudal de más de 33.000mts3 aportados por el padre Río Orinoco, y todas las bondades que aporta la riqueza de su suelo lo que la convierte en un territorio privilegiado. Entonces cabe preguntarse: ¿Por qué ellos sí con todo en contra y nosotros con todo a favor no? ¿Qué hicieron mal Betancourt, Caldera, Chávez para que estemos en estas condiciones? ¿Por qué tenemos tanta fuerza para imponernos ante la adversidad si se trata de satisfacer nuestro hedonismo, pero cuesta tanto luchar por procurar crecer como seres humanos? ¿Por qué puedo vencer dragones para alcanzar una birra y un estornudo me impide ir al trabajo? Y así podemos aventurarnos a cuestionar interminablemente nuestra <<razón colectiva>> y especular sobre nuestras contradicciones que de no superarlas, nos hundiremos definitivamente en el fondo de las estadísticas de los países fracasados y en estado de subdesarrollo.
Necesitamos hurgar en nuestro espíritu, en el ADN de nuestra fe, de nuestra concepción del mundo. Mirar el bien no solo como algo deseable, sino como la única manera posible de alcanzar la categoría de <<humanidad>>. No podemos seguir fundando nuestras esperanzas en la bonhomía de nuestro gentilicio, debemos salirle al paso a nuestros fantasmas y reconocerlos como parte integrante DE TODOS, no de los demássss (Zas), y comenzar por nuestro ámbito de acción más inmediato, YO, mi casa, mi familia, mi edificio, mi empresa, mi calle, mi barrio. Si estamos convencidos que necesitamos mejorar, debemos convertirnos de inmediato en agentes de cambio EFECTIVO y precursores del bien. Venezuela lo necesita, hemos sido muy ingratos con quien bien nos ha querido y tratado. Pensemos por un momento en nuestros hermanos palestinos o israelitas que por avatares de la historia han vivido enfrentados toda su existencia por una tierra agreste, arido. Comparémonos con Japón que vez tras vez la naturaleza se encarga de recordarte su potencia y no selectividad, y veamos que tenemos una deuda profunda con la Providencia por habitar “una tierra de gracia” y no trabajar por hacernos merecedores de tanta bondad.




[1] Para mayores detalles en cuanto a la historia de nuestro proceso económico, recomendamos el trabajo de la Prof. Dorotea Melcher publicado en la revista Economía, Vol. 10, publicada por la ULA, Titulado: La industrialización de Venezuela. (1995).
[2] Mateo: 17:20.
[3] Van Der Wee Herman. Prosperidad y crisis. Reconstrucción, crecimiento y cambio 1945-1980. Ed. Crítica, Barcelona, (1986).

Comentarios

  1. Y el caso de Israel es parecido al de Japón, en el sentido de que tenían (y tienen) todo en contra para su desarrollo: pequeño país, enemigos hostiles, tierras infértiles. Y es toda una potencia.
    El ensayo hace pensar que, antes de ir en pos de las soluciones, parece que -una vez más- hay que mirar atrás y hacer como los galenos: establecer claramente la diagnosis, una diagnosis inequívoca que daría piso a las estrategias que sustentarían las soluciones. Algo está más que claro: hemos sido de los más inferiores en el área administrativa (quizás básicamente moral), pues contar con la ingente cantidad de recursos y dilapidarlos a tal grado de que hoy somos un país que da lástima no tiene perdón de Dios. Venezuela, de acuerdo a sus ingresos petroleros, debería ser un país más pujante que cualquier otro en Iberoamérica, más que Brasil, que México o que Chile. Y estamos a la par de Haití en algunos rubros. Algo se hizo mal, muy mal.

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