Retazos.-
“Si un árbol es un milagro, no
lo es menos un deseo, una palabra. ¿Por qué habríamos de otorgarle un puesto
mayor al árbol? ¿Porque no está contaminado por el yo? ¿Porque es trasunto de
lo desconocido? ¿Quién nos autorizó para establecer divisiones? ¿No es falta de
humildad hacer afirmaciones sobre lo que es o no real?
Rafaél Cadenas.-
Hace algunos días atrás,
comentaba que uno de nuestros principales problemas como sociedad es el “inmediatismo”,
uno de los interlocutores dijo que <no sabía que era inmediatismo> a lo
que quien tenía a su lado le dijo en voz baja que se trataba de <conseguir las
cosas rápido>. Este evento azaroso quedó dando vueltas en mi cabeza así como
la plaga alborotada con el inicio de las lluvias. Temo que es parte medular del
problema que nos subyuga como sociedad y que está asociado a una condición de
vieja data, que es parte además del acervo latinoamericano. A ver, ¿Quién de
nosotros al comprar un artefacto de cualquier tipo, desde un auto nuevo hasta
un juguete para el niño, antes de comenzar a armarlo lee detenidamente el
manual que suministra el fabricante? ¿Quién como venezolano de pura cepa, no se
ha entretenido en un sueño viéndose poseedor de una gran fortuna, al frente una
piscina, detrás una enorme mansión y el resto… el escenario común de un videoclip de reguetón. Eso sí… y con toda honestidad: ¿Quién se ha proyectado la
forma de obtenerlo? Más aún: visualizarse trabajando largas horas, esforzándose,
estudiando en cada momento libre, proyectando metas, fijando objetivos y
alcanzándolos en la medida de su propio esfuerzo…
Así también ha sido el sueño común
latinoamericano que llegue un presidente, así sea un dictador autoritario, pero
que reparta generosamente los bienes que de la tierra broten, que construya
casas y las reparta, que otorgue créditos en cómodas y olvidadizas cuotas,
¿Cómo? Eso parece que no importa, y si hay corrupción tampoco, con tal y que el
reparto sea más o menos satisfactorio y que al menos yo sea beneficiario.
Sabemos que <las
generalidades no hacen justicia a las particularidades>, pero siendo que las
relaciones de producción son manifestación de las mayorías, las honrosas
excepciones son minúsculas partículas que se diluyen en un mar totalizante que
piensan, actúan y creen ciegamente en el modelo distributivo. Así, durante el
mandato de CAP 1973-1979, gracias al conflicto en el medio oriente que ocasionó
el corte a los suministros petroleros a Europa y los Estados Unidos, el barril
de petróleo pasó de tener un precio que oscilaba los 12$, alcanzó cifras de
hasta 32$. Por otro lado, pocos recordarán el desastre de Corpoindustria, ni la
fuga de más de tres mil millones de dólares en gastos para viajeros. Al final
del mandato, el dólar había descendido a niveles de 15 dólares por barril y la
deuda externa había pasado de tres mil millones a cerca de 20 mil millones,
recordarán en boca de Luis Herrera Campins aquella frase de la alocución en su
toma de posesión que “había recibido un país hipotecado”[1].
Dicen que la fortuna rara vez
repite sus caricias, no obstante en nuestro caso, la historia decidió darnos
una segunda oportunidad. Con la llegada de Hugo Chávez al poder, el precio del
barril de petróleo, de 10,57$ a principios del 1998 alcanzó a remontar los 104$
por barril, cifra sin precedente en los registros de la OPEP. No obstante, el
desastre económico alcanza paradójicamente niveles sin precedentes y el caso de
Venezuela en estos tres lustros quedará como un caso para estudio en las
escuelas de economía para demostrar cómo una nación con los ingresos más
extraordinarios de su historia, puede alcanzar un nivel tan alarmante de
empobrecimiento y atraso.[2]
Tan sólo para ilustrar el
resultado nefasto de la gestión, vamos a mirar un dato. La relación de paridad
entre el bolívar y el dólar. Para mayo del año 1998, el valor de un dólar en
bolívares era de Bs. 538,00. Ahora bien, debemos recordar que la moneda sufrió
una reconversión en el año 2008 que consistió literalmente en dividir su valor
entre 1000 (quitar tres ceros al guarismo) para “consolidar su valor”, recuerden
el tan cacareado “Bolívar fuerte” que apellidaba temporalmente a la moneda de
curso legal durante su transición. Para tener la idea clara de su valor
referencial contra nuestro punto de partida debemos mantener la expresión del
año 1998. Es por esto que el valor actual de un dólar sería de Bs. 49.990,00
según el último valor SICAD II; el cual sería el valor de libre
convertibilidad; esto representa una pérdida de valor real de 9.292%. Basados
en éste dato puro y simple, sin los agregados sociales como la violencia, el
descenso en la productividad y competencia, los índices de escases e inflación…
¿Podemos decir que el país está en vías de crecimiento o franco deterioro?
Y esta ha sido la historia de
los inmediatismos, en los que se ha aplaudido al maniroto y se ha menospreciado
al sensato. Se da preferencia al que ofrece villas y castillas y se desoye al
que llama al trabajo sostenido y el esfuerzo continuado. Es el acento en lo utilitario,
en lo básico y en abundancia, la embriaguez de quienes prefieren a quien ofrece
dar y no al que garantiza oportunidades para ganar con trabajo y estudio.
Porque el progreso que se alcanza mediante el duro trabajo y el esfuerzo, es nutrimento
para el espíritu y fortalece el alma, mientras que la abundancia hace al hombre
perezoso y negligente. “Para el logro
del triunfo siempre ha sido indispensable pasar por la senda de los sacrificios”
dijo Bolívar. Es por esto que resulta sumamente interesante éste movimiento que
surge de la juventud escogiendo el sendero angosto y pedregoso. Que sabiéndose
en minusvalía física, pero dotados de la convicción interior del héroe, hayan decidido
ir en búsqueda de sus sueños de futuro y tengan tanta disposición de alcanzarlo
a pesar de la adversidad. “Tengo el oído puesto sobre las palpitaciones de la angustia
venezolana” dijo una vez Rómulo Gallegos. Es pues tarea de los liderazgos políticos
y de la sociedad civil, oír, digerir y facilitar la vía para que esta juventud
dirija adecuadamente la trayectoria hacia sus objetivos. no necesitan que se
les diga <que hacer> sino dar acompañamiento para que la experiencia y la
sagacidad del ejercicio político facilite el camino.
Que Dios y la Providencia
bendigan a esta tierra con el despertar de la conciencia y que “todos” miremos
a través de los anteojos de la sabiduría y se asuma tomar el camino al progreso
a pesar que ello implique un esfuerzo extra que luego bien valdrá la pena.
[1]
Entrevista al Econ. Rómulo Henríquez para el Correo del Orinoco. (http://www.correodelorinoco.gob.ve/tema-dia/hoy-se-recuerdan-30-anos-dia-cuando-bolivar-se-desvalorizo-75/)
[2]
Análisis del Per. Ernesto Tovar (http://www.soberania.org/2013/03/09/el-ideal-del-socialismo-se-erigio-sobre-los-hombros-de-pdvsa/)
Excelente exposición.
ResponderEliminar1 La intrascendencia como credo.
Ese inmediatismo es caldo de cultivo para el mesianismo y para la robadera. Ya los primeros hispanos que vinieron y saquearon para disfrutar lo robado en Europa dieron cátedra de inmediatismo. Pero los alumnos superaron con creces al maestro.
Ese inmediatismo, por otra parte, manifiesta el pobre deseo de la trascendencia, pues lo desvía todo a lo material, a lo intrascendente, a los que están en el estadio estético que comentaba Kierkegaard. Nadie piensa en la trascendencia, particularmente los gobernantes.
2 Los números.
Más números para las cuentas. A este país le han entrado más de 20 planes Marshall desde 1973, cuando subieron los precios del petróleo. En estos últimos 3 lustros le han entrado unos 10. Esa cuenta es, por supuesto, calculando el plan Marshall original al valor presente. Con 1 solo plan Marshall se levantaron de las ruinas 17 países europeos. ¡17!
Otro número. Si la paridad entre monedas indica de alguna manera la relación de producción entre los países de dichas monedas (o capacidad de pago), entonces 1 gringo medio produce lo que producen 50.000 venezolanos promedio. Eso es más que vergonzoso. No será este un principio económico taxativo, pero por ahí van los tiros. Si alguien cree que es una barbaridad, va un ejemplo: la empresa YouTube, que maneja (y vale) miles de millones de dólares tenía una nómina, no hace mucho tiempo, de menos de 100 personas. Ahí queda eso.