Una mirada metafísica a los problemas del hombre.-

«Si la libertad significa algo, será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente aquello que no quiere oír.»    
De La Rebelión en la granja, de George Orwell.
Ante los aciagos momentos que vive el país, las evidencias de escaso orden y direccionalidad en las acciones sumado a la implicación espiritual que subyace al conflicto que nos ocupa y que hemos antes enunciado en otros escritos, nos urgen a escribir procurando un ejercicio diáfano y de síntesis que trataremos de compendiar en este escrito; no sin antes registrar la dificultad implicada en tejer este telar de manera comprensible y que llegue a todas las individualidades interesadas. Abordaremos con mayor precisión algunos aspectos que tal vez parezcan inusitados en nuestro andar investigativo y considerados fuera del contexto formal y académico, no obstante a través de la lectura se comprenderá que es imprescindible comenzar a “mirar” estos continentes a pesar que implique incursionar en terrenos fuera de la reflexión eminentemente política y filosófica. Le pedimos al lector que aborde la lectura usando su capacidad de “intuir” y que suspenda de momento el escepticismo que produce los límites de la razón orientada a la ciencia.
     Iniciamos abordando el aspecto metafísico, por cuanto trasciende y se imbrica en las diferentes escalas de desenvolvimiento del ser humano. El reciente hecho acaecido en Valencia en el cual los sacerdotes salesianos Jesús Plaza (80) y Luis Sánchez (84) resultaron salvajemente asesinados en su cama mientras dormían, por jóvenes en edades comprendidas entre 13 y 17 años nos sirve de paradigma para nuestro acercamiento. La realidad parece querer indicarnos a gritos que nuestra sociedad está profundamente afectada por el mal. Elementos que trascienden lo físico subyacen a los vericuetos del problema; los conflictos que se dilucidan hoy, como causa, se originan en la eterna lucha entre el bien y el mal. No podemos abstraernos a esta realidad y que solo mediante ésta, podemos explicar el hecho de porqué nuestro pueblo que siempre semejante a “un cuero seco que si lo pisan por un lado, por el otro se levanta[1]”, hoy se pliega sumisamente al devenir, al desabastecimiento en largas y sinuosas colas para comprar de manera racionada alimentos de tercera calidad. Que ante la inseguridad tan solo eleva las alarmas y se repliega al interior de moles o de residencias cada vez más amuralladas.
     El mal se alimenta del sufrimiento, así los más de doscientos mil homicidios cometidos en nuestra tierra siembran de llanto y dolor el horizonte de nuestra tierra. Asesinatos múltiples a miembros de una sola familia, con alevosía como el caso de Mónica Spears y su esposo, muchas veces vanos como el caso del joven de 17 años asesinado de nueve disparos en la cara hace tres días en Petare por negarse a entregar su celular son razón suficiente para comprender la influencia nefasta del mal en acción. Por otro lado, la evasiva a mirar la realidad tal cual es, arrastra a gran parte de la población a sumergirse en la banalidad de lo superfluo, la moda, el deporte y diversiones especialmente las etílicas o narcóticas… eso sí, ¡Todo en exceso! Caderas voluptuosas y senos de piel extenuada de sostener prótesis cada vez más intensas son la primera necesidad de toda mortal en esta tierra de gracia. Los IPhone y Samsung de última generación no pueden faltar en la dotación mínima de supervivencia en la Venezuela de hoy. Ya no es escandalosa la incautación de toneladas de droga en diferentes partes del mundo y todas con un origen común… Venezuela. Vínculos con los más estrafalarios enemigos del orden y valores instituidos, han sido bandera en la última década, sólo por mencionar algunos: Muamar El Gadafi, Saddam Hussein, Robert Mugabe, los hermanos Fidel y Raúl Castro, todos en común han legado a su pueblo un régimen de terror, tristeza, dolor, desesperanza.
     No ha sido secreto el obsesivo interés de captar a Venezuela como punta de lanza para un proceso endémico de sembrar el castrocomunismo en américa latina. El intento de tomar el poder por asalto en el año 1967 conocido como “La invasión de Machurucuto” paradójicamente frustrado por las Fuerzas Armadas de la nación, fue el intento marcial frustrado de alcanzar este objetivo, que sin embargo no feneció en intención. Hoy somos testigos del desarrollo de una sofisticada estrategia para alcanzar los mismos objetivos sin confrontación armada, y que cumple igual propósito de colocar a Venezuela (con todos sus recursos naturales y economía) como trampolín para la promoción y marketing de la ideología “made in Cuba”. Desde los tiempos de Chávez nos hablaron de una nueva “moral revolucionaria” y que en su pretexto han declarado “moral burguesa” todo lo que tradicionalmente hemos encontrado como marco de convivencia tradicional. Esto ha servido para direccionar el poder judicial según el parecer del poder ejecutivo, dictar medidas económicas de modo inverso al natural[2] y dirigir de modo directo los destinos económicos de la nación, promoviendo los modos personalistas a la usanza de los regímenes totalitarios.
     Para alcanzar el propósito de dominar una nación sin que se genere resistencia, pasa por demoler toda institución que sirva de referencia y que pueda demandar la restitución del orden establecido. Es así como, una vez dominado el ámbito del poder ejecutivo, se fueron atacando progresivamente las FFAA, los medios con alguna tendencia opositora, las federaciones y sus sindicatos afiliados, los partidos políticos, la academia y todas las universidades[3], en especial las privadas que posean relevancia o prestigio; hasta un intento de destruir la institucionalidad de la iglesia promoviendo miembros rebeldes o de conducta contestataria y hasta dando notoriedad a casos criminales cuyo torcido resultado pudiese enlodar la respetabilidad de la institución[4].        
     Orwell decía: «El lenguaje político está diseñado para que las mentiras parezcan verdades, el asesinato una acción respetable y para dar al viento apariencia de solidez.» La apariencia de un trato privilegiado para todo aquel grupo o segmento de la población que haya vivido en los límites de la inclusión o la legalidad, como el caso de los grupos sociales o colectivos ha sido una de las tácticas que ha rendido sus frutos para atornillar el régimen. Decimos que es una “apariencia” ya que hay ejemplos de sobra para demostrar que cuando han resultado inconvenientes o simplemente no los necesitan, extrañas circunstancias se materializan para apartar, segar o deponer aquellos que resultan cuestionadores. Dicho esto, es importante mencionar que no queda duda de que cualquier escrúpulo o rasgo de conciencia o moral (según los cánones aceptados) pero que no se ciña a los intereses del poder, resultan prescindibles. Basta ver las formas de represión utilizada en las recientes protestas, que se asemejan a las tácticas disuasivas de los ejércitos nazis.
     Lo que deriva de esta situación en la psiquis del colectivo, necesariamente es neurotizante. Especialmente dentro de los sectores populares en los que no se ha consolidado el núcleo familiar como fuente de educación social, el mensaje construido desde la prédica del poder, la exhibición de la impunidad en el medio a través de la popularización de los “pranes”, individuos que alcanzan un estatus de poder en sus centros de acción, los cabecillas de bandas, los mercaderes de la droga, etc. todo aquel líder negativo que alcanza relevancia mediante el delito, es un factor que se reproduce mediante el aprendizaje vicario. Como consecuencia tenemos a una generación enferma en su psiquis, incapaz de accionar mediante actos regulados por la conciencia.
Se ha considerado que el individuo es según los espacios en que se desenvuelve. Separar la vida del individuo en vida privada/vida pública, consciente/inconsciente, espiritualidad/ política, bien/mal; cuando en realidad el hombre es uno e indivisible desempeñando diferentes roles. La conciencia es el factor que determina en que espacio nos hemos de situar y cuál ha de ser nuestra contribución a la vida y a la sociedad en la que nos insertamos. Realizar el Reino de Dios es decidir por la vida virtuosa, realizar el infierno es manifestar toda acción que pueda cuestionarse en sí misma con relación al bienestar que se derive de ésta. En el budismo, el bien y el mal no son vistos como absolutos sino como relativos o "relacionales". Lo bueno o lo malo de una acción se entiende en términos de su impacto real sobre nuestras vidas y las de los demás, no en términos de reglas de conducta abstractas. Las acciones malvadas son aquellas que tienen como base el egoísmo, el exacerbado personalismo, la ilusión de que nuestra vida está fundamentalmente desconectada de la de las demás personas, que podemos beneficiarnos a expensas de los demás.
¿Qué hacer?
La religión cobra relevancia como un factor con potencialidad de generar un cambio significativo, trascendental y radical en nuestra sociedad. Antes, debemos partir de una reflexión puntual en cuanto a que en su mayoría, la ciudadanía se confiesa de alguna religión y nuestra problemática refleja que existen importantes divergencias entre la confesión de fe y el acto. No nos detendremos a particularizar por cada una de las religiones que predominan en Venezuela, hemos de apuntar que en cuanto a las de mayor número de feligreses, la católica[5], luego la evangélica protestante con sus diversas ramas teológicas y en tercer lugar los testigos de Jehová, necesitan cuestionarse en cuanto a la “calidad” de feligreses que comulgan en su fe. No siendo el tema medular de éste artículo nos remitiremos a mencionar parte de un tema que hemos tocado en otras entregas, “no se puede aspirar alcanzar un mundo mejor, en otro estadio superior, sea este el cielo o “el paraíso”; si antes no hemos materializado en ésta vida la imagen ética de la raza humana. La única forma de alcanzar la gracia es manifestando con hechos la plena adhesión a los principios de fe. So pretexto del perdón de los pecados, la conciencia de muchos ha encontrado aquiescencia en la “condición de pecador” presumiblemente inherente a la raza, no obstante, superar de manera definitiva esta suerte ha de ser el objetivo colectivo de la humanidad. Esto será la materialización del Reino de Dios en la tierra.
Es el espíritu aquella parte del alma que alberga lo más sublime del “ser humano”, ese “hombre nuevo” que los grandes pensadores soñaban y sabían necesario. Es el hombre pleno de espíritu, del que los griegos tenían clara concepción de obrar según el bien a través de la virtud. Siendo la religión parte integral de “ese espacio numinoso” como lo describe Otto, sagrado; en el que el hombre contacta lo superior mediante su lado “divino”, espiritual, artístico, sublime y del que todos tenemos una partícula; es y ha sido tarea no cumplida, amplificar ese espacio de modo que “se apodere de la vida misma”. No solo es brindar una teoría y administrar el perdón de los pecados en nombre de una esperanza de redención, es ser activos en la promoción de un hombre nuevo en la realización plena del ideal humano ahora. No es cuestión de “moral” sino de conciencia. Tomad a cualquier “pran” de una cárcel del país y pedirle que nos diga si robar, si matar, si engañar es malo o bueno… no cabe duda que contestará acertadamente todas las preguntas. El problema consiste en convencerle que ir por el buen camino es la mejor opción. 
No hay diferencia entre el ámbito político y el ámbito espiritual, no es posible que se escindan los actos del hombre, que no haya coherencia entre medios y fines. El buen juicio, el sentido común que Descartes indicó “como el bien mejor repartido” ha de servir para que cada uno de nosotros haga un ejercicio de retrospección y examine su conducta y determine si sirve a los fines del bien o a los fines del mal. Esto vale de lo micro a lo macro, la religión al incidir en los espacios más sagrados del Ser, tiene el compromiso de “despertar” al hombre a su responsabilidad propia en manifestar el bien para reducir el mal a su mínima expresión. La resonancia que se produce de los buenos actos, de la energía que surge del bien, neutraliza el efluvio que se deriva del ejercicio del mal. Se suman a esto, los actos litúrgicos que se basan en la fe y la oración. “Por sus frutos los reconoceréis” dijo el maestro Jesús, realizar el Reino de Dios en la tierra es la tarea impostergable y quienes han asumido el reto de ser pastores del rebaño deben meditar sobre estas líneas, no podemos seguir dejando que el mal se reproduzca y se entrone sobre el bien.




[1] Dicho del sentir popular que caracteriza el carácter voluntarioso del venezolano que se revela ante la adversidad.
[2] La Asamblea Nacional es el órgano constitucional que, en función a su composición representativa, diseña, estudia y promueve las leyes de la república para que sean sancionadas a través del poder ejecutivo.
[3] La constitución de órganos paralelos (Diario VEA, Ciudad Caracas, Las Milicias, UBT, M100, Universidad Bolivariana, etc.) paralelismos con el pleno apoyo del poder ejecutivo que a su vez concede privilegios y poder económico han sido parte importante de la fórmula. Una vez alcanzado el objetivo, se relajan las prebendas, pues, no es el objetivo construir nuevas instituciones, solo destruir el estatus quo
[4] Nos referimos por ejemplo al caso del padre Jorge Piñango, Secretario de la Conferencia Episcopal de Venezuela, asesinado en Sabana Grande en abril de 2006.
[5] Según “International Religious Freedom Report 2008 Venezuela”. U.S. Department of State (2008), la fe católica aglutina el 88% de la población y el movimiento evangélico el 10%, (cifra confirmada por el Consejo Evangélico de Venezuela).

Comentarios

  1. "La realidad parece querer indicarnos a gritos que nuestra sociedad está profundamente afectada por el mal."
    Yo diría que, en efecto, la realidad nos indica a gritos que estamos afectados por el mal.

    "Separar la vida del individuo en vida privada/vida pública, consciente/inconsciente, espiritualidad/ política, bien/mal; cuando en realidad el hombre es uno e indivisible desempeñando diferentes roles."
    Es una feliz visión holística. Aún aceptándonos dicótomos (racionales/irracionales, p. ej.), el hombre virtuoso hace compendio de ambos atributos para que el resultado final se pueda inscribir en lo bueno, lo bello, lo justo.

    "No es cuestión de “moral” sino de conciencia."
    Supongo que en referencia a la religión. Podríamos convenir que la "moral" compete más al aparato social y al contexto político.

    No había pensado el problema en términos de "bien" y "mal", más bien en valores y antivalores, pero aún así se pueden tender puentes entre ambas concepciones, siempre que los valores se asocien al bien, que es lo sensato, lo tradicional, y el mal con los antivalores. Ya la sociedad venezolana no tenía los mejores valores antes de 1999, pero en los últimos -y larguísimos- tres lustros la siembra de antivalores ha sido frenética y está dando frutos que se pueden ponderar incluso de manera matemática. Creo que esta sociedad no tiene esperanzas de corregirse en corto plazo. Se requerirá una o más generaciones para enderezar el tronco torcido de ese árbol. No es que tenga influencias de Ciorán, pero la experiencia directo me hace intuir eso.
    Gran artículo, con excelentes reflexiones viendo el problema desde un ángulo distinto al ortodoxo, que suele ser muy influenciado básicamente por la economía. Saludos.

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