En clave de progreso.-
Con motivo de una cita reciente en twitter, leía el
articulo “La idea de progreso en Venezuela”, de la extraordinaria periodista
Milagros Socorro publicado en el año 2008. Este artículo facetado desde tres
diferentes perspectivas, abre su estructura confesando lo difícil que resulta
para un autor tratar en un ensayo un tema que deriva fundamentalmente de
nuestra visión de mundo y que define en gran manera lo que somos como grupo
social. Su primer “Intento” como ella lo denomina es <<un acto de fe en
el futuro>>. El segundo tiene que ver con <<el momento que más condensa
la idea de progreso en Venezuela>> y el tercero es un intento en
aterrizar en la realidad que implica nuestra relación con el progreso. Para ir
más allá de la lectura plana de un desempeño, así por ejemplo -que el averaje
de un pitcher y sus características fisiognómicas en cuanto a resistencia,
velocidad y portafolio de recursos lo puede calificar como abridor o relevo,
una noción que reside como motor de conducta nos identifica como pueblo y definitivamente
predetermina los recursos con los que buscaremos materializar dicha idea. Es así
como el pasado noviembre, en medio de la borrachera consumista-inmediatista desatada
por la “campaña contra la guerra económica”, un ministro hace célebre el mejor
resumen de lo que es la idea de progreso para el venezolano de hoy, cuando dice
que “no puede faltar un plasma en cada hogar venezolano”.
Y esta frase resume en gran parte lo que ha representado
en el imaginario del venezolano como símbolo, la noción de progreso. Se está
dentro del progreso si se disfruta de las ventajas de la tecnología, como por
ejemplo: tener DIRECTV, un TV plasma de 42 pulgadas y un teléfono con
tecnología ANDROID. La “viveza criolla” mejor definida por el psicólogo Axel
Capriles mediante el personaje del cuento de “Tío Conejo”, ha hecho pensar al
colectivo que se puede disfrutar de “la sensualidad del bienestar” que
proporcionan los elementos de recreación, el lujo, el poder en sí mismo (que no
se relaciona en modo alguno con autorictas,
por lo que bien vale que provenga de mostrar ausencia de compasión, violencia
en grado superlativo, etc.) sin necesidad de sumar méritos por medios legítimos
y haber forjado en derecho con esfuerzo sostenido. ¿Para qué trabajar y esforzarme
para obtener lo que deseo si puedo arrebatarlo a quien lo tiene así sea ejerciendo
la violencia? Ha sido parte del discurso, al menos de su más relevante figura,
el descrédito a la meritocracia, la soberbia en su máxima expresión al despreciar
las formas tradicionales de construcción del conocimiento y entronizar la
improvisación y el ensayo. Así vimos saltar el programa de gobierno entre el
plan Bolívar 2000, cultivos hidropónicos, gallineros verticales, los huertos de
la Avenida Bolívar, el central azucarero Ezequiel Zamora, Bolivariana de
Puertos, Pudreval… mientras que el resto del mundo se ubicaba para tomar con
firmeza un lugar dentro de la configuración económica mundial.
El progreso precisa de individuos que se empleen con
su mayor fuerza en desarrollar sus competencias y talentos mediante la
educación y el trabajo. Consecuentemente (y no al revés) según los progresos
dados por el grado de eficacia individual en este proceso, alcanzará un poder
adquisitivo que licencie el disfrute de los elementos recreativos que la
tecnología ha desarrollado para el disfrute del tiempo libre y el solaz. El ascenso
en la escala social mediante la educación, la cultura, la espiritualidad, la
participación en la “sociedad del conocimiento”, en síntesis “cultivar un mejor
ser humano” se forja solo a través del esfuerzo. En algunos estratos del
socialismo del siglo XXI han tenido la temeridad de señalar con desdén como “ética
capitalista” los valores que han servido de escalón para los niveles de
progreso que se ha alcanzado hoy. La temeridad ha sido el signo monetario del
socialismo del siglo XXI y se ha pretendido que por el solo hecho de enunciar
que “somos una potencia” por arte de magia la realidad responde a tal
pretensión. El inmediatismo les llevó a pensar que era más fácil apropiarse de
factorías que construir nuevas; y la realidad les está demostrando de la única
manera que sabe hacerlo, con la verdad pura y dura, que sin el talento
necesario para regentarlas, las fábricas son meros instrumentos de trabajo.
Poseer el martillo y el cincel, sin el talento creador; no es más que un hombre
equipado con herramientas para destruir.
Venezuela hace más de doscientos años atrás fue tan
solo ingenios, haciendas cafetaleras y cacaoteras, hasta que un grupo de hombres
inspirados en la ilustración, procuran una revolución con miras a establecer
una República. Sus ideas estaban inspiradas en el positivismo y nace así una nación
que se debate por muchos años entre centralismo y federación, detenida o
impulsada según la idea prevalente en el gobernante de turno. Su gran debilidad
la diagnosticó Simón Bolívar en sus inicios: “Moral y luces son nuestras
primeras necesidades”. Preconizaba el inquieto libertador que nuestro pueblo
padecería víctima de embaucadores y maromeros que habrían de usar el poder y
mando con oscuros y particulares fines; y que careciendo éste de las necesarias
luces, muchas veces tropezaríamos con la misma piedra, embaucados por los
innobles propósitos de la canalla.
A doscientos años nos encontramos en la misma o peor
circunstancia que la que nos toco vivir en los tiempos de la colonia. Tal vez con
el alma malograda… porque al pueblo lo han maltratado demasiado, lo han
engañado ya tantas veces que tiene mucha rabia; la rabia que todos los días
vomita sangre inocente y hastío. También acaso por eso el pueblo quiere un plasma
de cuarenta y dos pulgadas… para que no quede espacio para ver más nada; porque
es tan feo lo que hay que ver, que es preferible pasar canales a ver si
encuentra un sueño en el que se pueda meter y llenarse de ilusión de una vida
mejor, porque la que le han vendido ya tantas veces no deja más que resaca y
tristeza. Pero cuando este pueblo despierte del hechizo y se convenza que no hay
manera de que venga un mesías a solucionarlo todo, tome la responsabilidad de
su destino y organice su futuro, el mundo conocerá el poder del venezolano.
Ante toda la adversidad esta tierra ha acunado a sobrados exponentes de la
excelencia y el talento, cuanto más planificando el progreso y fijando como
objetivo la plena realización de la venezolanidad para cada uno de sus
ciudadanos. Hay que seguir con atención el rumbo de los acontecimientos.
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