Padre Nuestro.-
Continuación del tema: Explicación metafísica sobre los orígenes de nuestra situación.
Padre nuestro que estás en los cielos;
sea tu nombre santificado. Venga tu reino.
Sea hecha tu voluntad, como en el cielo,
así también en la tierra.
El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
Y perdónanos nuestros pecados, porque también
nosotros perdonamos á todos los que nos deben.
Y no nos metas en tentación, mas líbranos del malo.
sea tu nombre santificado. Venga tu reino.
Sea hecha tu voluntad, como en el cielo,
así también en la tierra.
El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
Y perdónanos nuestros pecados, porque también
nosotros perdonamos á todos los que nos deben.
Y no nos metas en tentación, mas líbranos del malo.
Versión en Lucas Capitulo 11, Biblia Reina
Valera.-
La
mayoría de las religiones (del latín: religare)
del hemisferio son derivaciones semejantes del cristianismo antiguo que, aun
cuando observan las enseñanzas de Cristo como eje de su práctica, mantienen
algunas variantes divergentes en su interpretación y consecuentemente su
práctica. En general y como hecho cultural, antropológicamente la religión incide
en la interpretación del mundo y circunscribe las motivaciones humanas. José
Ortega y Gasset en su ensayo “Del Imperio Romano” hace una lectura valiosa y de
la cual surge la postura que hemos de leer en este artículo. El empleo de religiosus como acepción tenía el
significado de “cuidadoso o escrupuloso”, lectura diferente a la que Cicerón
describe de religión como estar re-ligado a la divinidad. Así pone en el hombre
la acción de procurar “cuidadosamente” la relación con lo divino, como acción
necesaria para que surja el fenómeno que será atendido en función a merecimiento,
a acción concreta que propicie dicha relación, así como el frote entre dos
piezas de madera encienden la yesca. Cabe destacar que dada su naturaleza moral
y existencial, se ha hecho común el legado familiar de la practica religiosa,
así los hijos asumen la religión de los padres de manera sucesiva multiplicando
el modelo.
Retomando
la exploración sobre el fenómeno religioso, Durkheim[1]
señala que la religión tiene el poder de suscitar en sus participantes “la
sensación de lo divino”. Los racionalistas se encuentran con el obstáculo al pretender
analizar con herramientas de la razón, un espacio que está dado para la fe y se
presenta la misma tensión que se da entre la física y la metafísica. Son dos conceptos
que coliden pero que solo hasta el pasado año (2012), en el que el CERN certifica
la existencia de la partícula de Higgs, es que se puede afirmar que ocupan de
manera simultánea el mismo espacio energético. Más no es el objeto de éste
artículo ahondar en la controversia fe y razón. Podríamos proponer para tranquilidad
tanto de escépticos como creyentes que, el hombre posee un espacio donde la
experiencia sagrada surge, en aproximación lo asemejamos a la sensación que nace
ante una obra de arte. Es la elaboración que hace Gadamer sobre la verdad[2],
la absoluta certeza que siente el espectador que se encuentra ante la obra de
arte y que le hace asentir sin ambages que “es bella” y eso es verdad. De
manera similar Otto analiza psicológicamente lo que ocurre en el hombre ante la
experiencia divina o “numinosa” a la cual le asigna tres características: “lo
tremendo” como una experiencia que supera a lo humano y estremece su
sensibilidad. “Majestuoso” en vista que trasciende, sobresale, supera lo humano;
y “energía” ya que invade la voluntad, impulsa alguna acción, ennoblece.
La
cita al inicio es conocida como “El Padre Nuestro”. Resumen las escrituras en
este párrafo, el contenido esencial del cristianismo. Creemos no equivocarnos
al afirmar que este conjunto de palabras tienen el efecto “numinoso” de lo
sagrado en quien lo encuentra ante sí, prescindiendo de credo o confesión religiosa.
Sin embargo, queremos ir más allá de la estética o mística que revela esta
oración y mirarla con mayor profundidad para hacer analogía con nuestra práctica
diaria.
Padre nuestro que estás en los
cielos, sea tu nombre santificado…
Santificar
el nombre está relacionado a preservar la honorabilidad y respeto por el nombre,
santificar es ser “cuidadoso” para no agregar mala fama o deshonor sobre el
nombre o prestigio que se lega de manera familiar como un bien preciado. En el
mismo orden de ideas que hemos esbozado en lo anterior, relativo a nuestro ámbito
espiritual, santificar el nombre Del Padre, implica actuar en santidad, libre
de mácula o error. Nótese que de seguida dice: “Venga tu reino”, ¿Será
condicionante que se manifieste la santidad en el hombre para que el Reino de Dios
venga a la tierra? Habiéndose santificado el nombre del Padre a través del buen
obrar estaría cumplido el deseo porque “se haga su voluntad, así como en el
cielo también sobre la tierra”. ¿Estará el Padre Nuestro instando a la humanidad
a manifestar el Reino de Dios en la tierra a través de su diario vivir?
El Pan nuestro de cada día dánoslo
hoy…
Siendo
el Gran Arquitecto del Universo su poder es ilimitado, estando pues ante la
presencia del todo-poderoso, ¿La petición para sí es sólo de Pan? Es una
evidencia de que la enseñanza considera necesario para la vida el adecuado
sustento, lo demás es superfluo e innecesario. El Budismo trata con profusión
el tema de los apegos y su relación con el sufrimiento. En un mundo que
promueve la relación bienestar - progreso con la posesión de bienes materiales,
parece utópico predicar una vida austera y privada de las bondades de la
modernidad. No obstante, es evidente la trampa que representa entrar en la carrera
por las posesiones materiales como modus vivendi. El empleo de largas horas
dedicadas a obtener el dinero necesario para adquirir posesiones materiales que
rápidamente pasan de moda o que simplemente son desincorporadas de las
actualidades tecnológicas y quedan obsoletas, es una lucha titánica que prácticamente
imposibilita su disfrute. Mientras que una vida más enfocada en la
espiritualidad como centro de vida proporciona mayor grado de libertad para
vivir. El hombre se ha hecho así mismo cada vez más hedonista, la satisfacción
de necesidades de confort ha sido superada por la necesidad estridente de lujo
y ostentación. El ojo es la medida, todo lo que aproxime al placer es
apreciado, el resto no vale la pena. Esto garantiza para la humanidad un alto
grado de frustración ya que todos los recursos materiales son limitados, por lo
tanto el sufrimiento domina la escena.
Y perdónanos nuestros pecados…
Ésta
frase se ha convertido en la clave de muchas de las religiones actuales, aun más,
un Dios que todo lo perdona. Puedes pecar todas las veces que quieras porque
siempre encontrarás al final del túnel a Dios esperándote con los brazos abiertos.
Esta ha sido el ancla de algunas líneas protestantes y que le ha rendido muchos
seguidores. Pero ¿Puede interpretarse el perdón como la redención perenne de
quien delinque una y otra vez y luego se arrepiente para ganar nuevamente el
perdón y consecuentemente la gracia divina? El ejemplo del hijo pródigo que es
recibido con gran alegría y fiesta por el padre, es una obra de un solo capítulo.
Es absurdo pensar que la redención es un antiséptico que puedo aplicar una y
otra vez para sanar, tras incursiones escabrosas en la sombra del vicio y revolcones
en el lodo de la corrupción. Es más bien, la voluntad inquebrantable de dominar
los deseos del ego y ponerlos como pedestal al servicio del bien, ante la
experiencia de haber salido bien librado de la caída.
Porque también perdonamos a
quienes nos deben…
El
ejercicio de la nobleza sólo es posible ejercerla en estado de redención. Quien
ha superado sus propios demonios, mira objetivamente las debilidades de sus
semejantes y puede ejercer con plenitud el cuarto acuerdo que señala el Dr. Miguel
Ruiz en su obra: “Los Cuatro Acuerdos” a saber: No tomes nada personalmente.
Ha
sido una constante en las diversas religiones mirar la vida “con esperanza”,
pero esta “esperanza” a menudo ha estado cifrada en una próxima vida, en un paraíso
futuro, en un espacio celestial llamado cielo, etc. Y tomando de los
materialistas una crítica, la única vida que conocemos es ésta, todo lo demás
es incierto. Esta visión ha hecho del Padre Nuestro una mera declaración de principios
inoperantes y de lo que podemos estar seguros es que su originador no quería
eso para su enseñanza. En el Islam han llegado a extremos de despreciar ésta
vida inmolándose en nombre de Aláh, aspirando una recompensa en el cielo llena
de concepciones hedonistas pertenecientes a éste mundo. Como humanidad nos
hemos sumido en el infierno cultivando el mal, participando así sea por guardar
silencio ante las injusticias y absteniéndonos de participar haciendo el bien
porque “eso es parte de éste mundo” y nosotros buscamos el otro, ese que ofreció
Jesús.
Las
escrituras no se equivocan, ha sido nuestra interpretación acomodaticia lo que
ha permitido que se abra la puerta del mal con nuestro pleno consentimiento. Los
liderazgos religiosos tienen la responsabilidad y el compromiso de promover y
predicar “El Reino de Dios en la tierra” pero ahora. Ángeles y Demonios habitan
en nosotros, es nuestro libre albedrío lo que permitirá realizar alguna de las
dos opciones, el cielo o el infierno, la voluntad de Dios es clara y manifiesta,
no ha cambiado; está de parte de cada quién escoger que ha de manifestar. El
Padre nuestro es una proclama para que se realice la venida de Cristo a la
tierra, cada quién puede si así lo desea manifestar los valores humanos, el
espacio numinoso, lo santo… Si logramos alcanzar la “masa crítica” que cita Redfield
en “La novena revelación”, el campo multiplicará el efecto y tendremos una
oportunidad de una vida mejor. En física, la multiplicación de electrones en un
campo genera una ruptura, este efecto es conocido como “Efecto avalancha”. Podemos
abundar en analogías desde diferentes aproximaciones, sociológica, psicológica,
cuántica, etc. Sin embargo, el punto es que necesitamos reflexionar la fórmula
social que llevamos; y desde “lo sagrado” se pueden generar cambios
significativos que incidan en nuestra manera de vivir.
"En un mundo que promueve la relación bienestar - progreso .... Mientras que una vida más enfocada en la espiritualidad como centro de vida proporciona mayor grado de libertad para vivir..."
ResponderEliminarEs cierto todo ese párrafo, pero uno llega a esa conclusión generalmente después de haber malgastado esas innumerables horas para darse cuenta de que eso es cierto. Y hacérselo ver a otros es casi imposible. Ahí la religión es importante.
También lo es porque es un referente existencial para muchas almas. Es el acicate para llevar una vida buena o, como dijo Kant, es ese ser supremo al cual le debemos dar cuenta de nuestro comportamiento. Y justamente, los que no creen sí creen en que portarse bien es el objetivo de la vida buena.
Muy buena la reflexión.