Explicación metafísica sobre los orígenes de la situación de nuestra sociedad venezolana.-

Desde el punto de Luz en la mente de Dios,

Que afluya luz a las mentes de los hombres;
Que la luz descienda a la Tierra.
Desde el punto de Amor en el Corazón de Dios,
Que afluya amor a los corazones de los hombres;
Que Cristo retorne a la Tierra.
Desde el centro en donde la Voluntad de Dios es conocida,
Que el propósito guíe a las pequeñas voluntades de los hombres;
El propósito que los Maestros conocen y sirven.
Desde el centro que llamamos la raza de los hombres
Que se realice el Plan de Amor y de Luz
Y que selle la puerta donde se halla el mal.
Que la Luz, el Amor y el Poder restablezcan el Plan Divino en la Tierra.
  
Antecedentes:
     No cabe duda que vivimos tiempos difíciles. El marcado deterioro en todos los ámbitos de nuestra sociedad no deja duda que hemos perdido el norte, si acaso alguna vez lo tuvimos, al menos en cuanto a una República como la soñaba Simón Rodríguez. Nuestros libertadores tuvieron un sueño de país, se dedicaron a pensar y concebir una República progresista, iluminada por el saber y el amor a las leyes. La Constitución de 1999 en su preámbulo establece los hitos para nuestra sociedad basados en principios democráticos, de participación dentro de un Estado de justicia, federal y descentralizado. “Consolidando valores de libertad”, paz, bien común, de solidaridad… todo enmarcado tan armoniosamente que si se reconociese como declaración de principios inalienables, no haría falta mayor contexto para guiar un proceso constitutivo excelente para la República. No obstante, los hechos van “a paso de vencedores” en dirección opuesta. Resulta desconcertante que a pesar de avizorar delante un final catastrófico, continuemos avanzando “con paso firme”. Cuando hay un incendio todos corren en sentido contrario al de las llamas.
    Al abordar el asunto, se analiza siempre desde el punto de vista económico, cultural, conductual, social y muy acentuadamente desde lo político, pero no nos hemos detenido a ahondar en los elementos de fondo de nuestra crisis societaria. De igual modo, la violencia y los escandalosos niveles de corrupción apuntan hacia una crisis en el orden ético, de valores; no obstante las recetas que escuchamos lucen como burdas caricaturas de los esquemas repetidos y fallidos tiempo atrás.
    En nuestra experiencia vemos como durante tres lustros el discurso pugnaz, el ejemplo de acciones ilegítimas revestidas de esa aparentemente inocente “picardía criolla” se han instituido desde el alto gobierno. La desarticulación sistemática de las instituciones claves en el ideario venezolano (Universidad, Fuerza Armada, Asamblea, Iglesia, etc.) mediante desnudarlas de su majestad y sobriedad, han ido despojándonos de referentes. El desprecio por el mérito, la desestructuración de las empresas del Estado que funcionaban siguiendo un esquema técno-científico (Centros de investigación, CIEP, IVIC, Programas de investigación, etc.), la sombra de la duda sobre los árbitros (CNE, TSJ), el ataque sistemático contra empresas relevantes por su éxito empresarial, todo confluye para desorientar la población, atomizar la sociedad y sembrar la desesperanza en el individuo.   
¿Porqué?   
    Una antigua plegaria conocida como “La Gran Invocación” nos habla acerca de “la puerta donde se halla el mal”, esa precisamente que hemos abierto en nuestra querida Venezuela hace más de veinte años y de la que salió un mal genio en forma de magma que fagocita insaciablemente la paz de los ciudadanos y que ha tomado cuerpo en “todos” los espacios de nuestro acontecer. Esto va desde el trabajador que ha perdido toda esperanza en el valor del trabajo como forma de realización y crecimiento. Del empresario que usa la empresa como trampolín para catapultarse a la fangosa piscina de negocios con el gobierno, con la esperanza de ligar un contrato que produzca jugosas ganancias sin importar la lesión al patrimonio de la nación que pueda ocasionarse. De la gangrena que corroe las instituciones públicas en todos sus estratos para crear mafias que dominan instituciones, enriquecen funcionarios y frustran a quienes pretenden mantener una conducta proba.
     La delincuencia que penetra todos los estratos de nuestra sociedad, violencia intrafamiliar, homicidios colectivos y cruentos, cárceles desbordadas que funcionan como corporaciones mafiosas, organismos penetrados por el narcotráfico. Partidos políticos completamente ausentes de una filosofía y “propósito” que eduque al ciudadano, que dote de conocimiento político y que persiga una ética según la corriente de pensamiento que promueva… tan solo procurando votos para acceder al poder sin conocimiento claro de qué hacer con él. Y es que hasta en el ámbito religioso se ha escogido por el mal cuando el uso de la magia antigua que reside en la Santería, una religión proveniente de África y llegada a nuestras tierras desde Cuba, llena de simbolismo, icónica, mística, que exalta la alegría y la magia, humaniza las deidades naturalizando las formas cotidianas de vida, ha sido utilizada de modo vil para el control de voluntades y herramienta de dominio para perpetuarse en el poder.
     Las generalidades son injustas ya que no escinden las honrosas excepciones, sin embargo la realidad nos echa en cara el inexorable avance del mal sin que el bien logre imponer el orden. Hundidos en la inseguridad, la incompetencia de las autoridades, la educación cada día más precaria y carente del sustrato humano, la disrupción patrono-trabajador que ha sembrado la desconfianza mutua, la improductividad y que consecuentemente borra el valor del trabajo como medio de realización y atenta contra nuestro futuro como nación moderna y progresista. Todo evidencia el indetenible descalabro de nuestra cohesión social. Y nuestra responsabilidad compartida por todo lo que sucede estriba principalmente en no haber participado de modo suficiente por elevar la calidad de vida de los excluidos. Las diferencias sociales fueron atendidas de manera “asistencial” y no nos involucramos como sociedad para propiciar mejores condiciones de vida para los más desposeídos. Edmundo Burke dijo: "El mayor error lo comete quien no hace nada porque sólo podría hacer un poco." Surgieron grandes zonas de exclusión y que crecieron endémicamente precarizando así cada vez más su calidad de vida. Se pretendió que el gobierno asumiese la atención de estos sectores y la vacuna del confort logró que se ignorase la profundidad del daño a este segmento poblacional.
¿Por donde empezamos?
   Lo que nos humaniza, lo que no se toca pero comienza a intuirse en cada persona y que Abraham Maslow sitúa en los dos segmentos superiores de la pirámide de necesidades denominados “autoestima” y “autorealización” son las fronteras que dan carácter ético al ser humano y le diferencia de la manada. Las antiguas civilizaciones denominaban bárbaros a quienes vivían en condiciones primitivas y sin ningún referente cultural. La conciencia, ese elemento inmaterial que delimita comportamiento y actúa como rectora para incidir si determinada decisión linda con el bien o con el mal, es también la esencia que se recrea con el arte, la estética, la música y todos los espacios que ha desarrollado el hombre derivados de su razón. Esa conciencia responde a la energía predominante para ser entonces una buena conciencia o una mala conciencia. En los ochenta el bioquímico británico Albert R. Sheldrake expuso una controversial teoría sobre la “resonancia mórfica” que postula la reproducción de un esquema por resonancia. La mala conciencia se reproduce en la medida que el ambiente esté contaminado de ejemplos negativos. Albert Bandura desarrollo también su teoría del “aprendizaje vicario” y en resumidas cuentas revela la inclinación del humano a modelar conducta proveniente de lo observado en el entorno.
    Es por lo tanto este espacio en el que debemos poner atención para generar cambios realmente relevantes y trascendentes en el rumbo que lleva nuestra sociedad. Nuestra espiritualidad reside en este orden, ojo (aun cuando efectivamente aludimos directamente a la importancia de la dirección religiosa como clave en ayudar a cambiar nuestra realidad) que no sólo hemos de apuntar hacia las religiones pues, una persona que no sea practicante tiene también su espacio espiritual en el cual ha concebido y desarrollado sus valores y principios éticos que han de ordenar su comportamiento social. Es hecho más que comprobado que, el exponer al individuo a influencias de orden sublime tales como la música, espacios públicos limpios y ordenados, el arte, la lectura y la educación, surte un efecto positivo sobre la conducta. “La Gran Invocación” inicia solicitando “luz para la mente de los hombres”, “amor para los corazones”, “propósito para las voluntades”.
     Esta crisis puede ser una excelente oportunidad para rescatar nuestra sociedad desde el espacio espiritual, indiscutiblemente que se necesita la participación y voluntad de los buenos para generar una masa crítica que genere una vibración suficiente para invertir la polaridad que hoy plaga el ambiente. Nuevamente citando a Burke: "Para que el mal triunfe basta con que los hombres de bien se queden cruzados de brazos." En toda Venezuela hay hombres y mujeres (muchas mujeres) que aman su patria y sienten el llamado del bien para trabajar a las órdenes de la luz. “Luz para la mente de los hombres”, “amor para los corazones”, “propósito para las voluntades”. Cada uno que aporte según sus dones, desde su espacio… pero sí de manera constante, incansable, de esta manera la suma de voluntades y la generación de energía positiva va a ir inclinando la balanza hasta que se imponga la voluntad divina de orden perfecto y progreso. No es tarea fácil pero el momento lo exige.


“La crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir y cuando lo nuevo no acaba de nacer”
“Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles”


Bertolt Brecht.-

Comentarios

  1. Todo bien dicho y bien planteado. Como toda gran obra, de difícil factura, el emprender los cambios necesarios requerirá de una gigantesca voluntad individual y de una geométrica convergencia de esas voluntades para lograr la voluntad colectiva (algo parecido a lo que podría ser la "voluntad general" rousseuniana).
    El análisis está impecable y la propuesta de resolución es la adecuada, en la que cabemos todos y todos seríamos responsables de nuestro "diez por ciento".
    Saludos Guillermo.

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