De paradojas y algo más...
De lo que conocemos de la
historia, la humanidad se ha encontrado permanentemente en pugna. Resabio de la
tensión permanente en cuanto a visión de mundo, lega la contraposición entre
liberalismo y comunismo que se encarnó en la contraposición entre la Unión
Soviética y la bicéfala representación de Inglaterra y Estados Unidos. En
nuestro continente la predominancia ha sido el ideal del liberalismo, aun
cuando han prevalecido con cierta fuerza los regímenes totalitarios y las
dictaduras personalísimas. Cuba se convirtió en la plataforma de lanzamiento de
ensayos socialistas, muchos de ellos sin éxito. En nuestro país desde los años
sesenta la revolución cubana sembró de ideales a las juventudes con miras a
constituir un bloque socialista en el sur, incluso algunos intentos de acceder
al poder mediante las armas como el recordado caso del desembarque de
Machurucuto en mayo de 1967, neutralizado efectivamente por las fuerzas armadas
durante el gobierno del Dr. Raúl Leoni.
Mucha agua ha corrido debajo
del puente, la antigua Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas debió asumir
una posición más pragmática ante el avance de las revoluciones que a finales de
los ochenta recorrían Checoslovaquia, Polonia, Hungría y otras repúblicas
asociadas, conocida como “El otoño de las naciones” y que encuentra la sabia
guía de Mijaíl Gorbachov para canalizar los cambios sin sucumbir a la crisis socioeconómica
inminente. En noviembre de 1989 Alemania acuerda el fin del conocido Muro de
Berlín, el cual separó durante más de tres décadas al país en dos: Alemania
Federal y la República Socialista Alemana Democrática. El muro fue construido
por la República Socialista so pretexto de “proteger de los fascistas que
conspiraban en contra de los intereses populares por consolidar el estado
socialista”. Curiosamente, más de doscientas personas murieron intentando
cruzar dicho muro desde el lado oriental y otros ciento noventa y dos fueron
baleados para detener su huida del “paraíso socialista”. Se computan más de
cinco mil deserciones del lado socialista hacia las distintas repúblicas que
representaban el temible fascismo occidental.
De este breve análisis
nos interesa destacar dos aspectos extraordinariamente paradójicos. El primero
de ellos, es que luego de varias décadas de contener y defender tenaz y
eficazmente los intentos comunistas de seducir y hasta tomar por asalto el
poder, gracias a la esencia democrática que ha permanecido viva en nuestra
sociedad y sus Fuerzas Armadas, es precisamente un Teniente Coronel quien
extiende la alfombra roja al régimen cubano para que asuma el control de
nuestras instituciones con intenciones inconfesables. La otra es que desde hace
más de dos décadas, el mundo comunista estudió el rumbo de sus políticas y
comienzan a notarse flexibilizaciones pragmáticas en las funciones económicas y
de manera más lenta, en lo referente a libertades individuales con relación a
la concepción colectivista y de control del Estado, con excepción de los
regímenes personalísimos y de corte totalitario como Corea del Norte y Cuba.
Mientras que la sociedad venezolana avanza cual rebaño hacia el control total
de sus instituciones por un Estado centralista.
El ensayo para llevar a
Venezuela por el camino del socialismo parece incluir la aniquilación total de
su moral, educación y valores. Es inconcebible que el Estado no haya podido
controlar la escalada vertiginosa de la delincuencia que ahora incluso hace
víctimas a los mismos miembros de los organismos de control y que las cárceles
estén bajo la égida de los penados. Es impensable el nivel de deterioro de las
carreteras y autopistas, el desabastecimiento, la caída estrepitosa del aparato
productivo y en general de la estructura fundamental de la república. El
capital humano más preparado, que conforma la esperanza para un mejor futuro,
hoy ha encontrado acogida fuera de nuestras fronteras y forman parte de la
garantía de mejores expectativas para países vecinos. Dentro de tanta vorágine caótica
cabe preguntarse, si hay algún ápice de venezolanidad en las entrañas de quienes
han propiciado la actual situación de nuestro país. Si algún vestigio de
conciencia queda en los responsables de tanto desatino ¿Podrán alguna vez
explicarles a sus nietos con el rostro en alto, el porqué de sus actos? Si
creen en el balance inexorable de la historia, ¿Cómo creen que quedará el
juicio a su papel en la historia, cuando tiraron por la borda una de las
mayores oportunidades de convertir a Venezuela en una potencia del sur?
SI hay algo permanente
en el universo, es el cambio y cuando advengan tiempos mejores, contados serán
los que puedan alegar a su favor aquella memorable frase, paradójicamente
pronunciada por Fidel Castro ante el jurado que le condenara por el asalto al
cuartel Moncada en octubre del año 1953: “Condénenme, que la historia me
absolverá”. El comandante Castro está cercano a rendir cuentas ante la historia
y ante su pueblo por los éxitos y desaciertos de más de cuarenta años de
gobierno. En estos momentos es cuando más necesitará recurrir a una importante
explicación para salvar su responsabilidad ante la historia y ante la vida.
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