EL DIA D.-



Escribir en momentos como éste tal vez no sea lo mejor. Aun tengo el amargo en la boca del estómago, por el coctel de trasnocho e impotencia que aturde la objetividad y fija de manera sostenida la atención en el vil avasalle del mal sobre un pueblo bueno, alegre, decente, inocente y minoritario sí… en malicia y perversión.
Y es que es inevitable preguntarse si quienes detentan hoy el poder, habrán pensado algún momento que, al instituir un régimen de facto que conculque las libertades individuales en nombre de una supuesta máxima felicidad colectiva, no intuyan que sus hijos, sus nietos y demás familiares serán fagocitados por esa bestia que no conoce otra voluntad que la propia. Criar un leviatán no implica que por estar de momento de su lado, se tenga garantía eterna de indemnidad, bastaria que algún elemento no convenga a los intereses del partido para hacerlo prescindible. Así lo vivió gran parte del pueblo soviético ante el buró del partido comunista, así lo han experimentado funcionarios del partido comunista en nuestra vecina Cuba (hoy más vecina que nunca) que por alguna razón han disentido de la línea del máximo líder.
Y es que cuando se lucha por un Estado de progreso, bienestar, libertad… se lucha por un Estado justo “para todos los venezolanos”; que los poderes funcionen en independencia como única garantía de la pulcritud de la gestión; ya que las complicidades se dan en los Estados que no tengan contrapeso ni contraloría. Que aunque no lo entiendan, cuando se lucha por mantener la UCV plenamente autónoma, se pretende también que los chavistas tengan posibilidades de tener una casa de estudios amplia, de pensamiento libre, como la que nosotros pudimos acceder. Que garantizar la educación al pueblo, es para que todos tengan la posibilidad de conocer las diversas formas de gobierno y escoger con conocimiento de causa, cual opción elegir.
A quienes hoy sostienen el régimen, que comparen el discurso y su tendencia. Ser de izquierda siempre representó darle presencia y defensa a las minorías, respetar por sobre todas las cosas el derecho de los más desprotegidos. Jamás se vio en un discurso socialista, la exclusión y el vasallaje como hemos sido testigos de excepción en éste momento. No podemos dejar de ver que el ventajismo, la viveza, la falta de escrúpulo, jamás será una espada de un solo filo, una regla para medir tan sólo al adversario; la falta de transparencia, la macolla, la confabulación, si funciona para unos, siempre podrá ser empleada contra los que hoy son verdugos.
Si de verbo se promueve la honestidad y se apela a la ética, ¿Qué tiene de malo someter los resultados a las pruebas que sean necesarias que, en todo caso lo que haría es darle mayor legitimidad, a quien salió airoso de la medición? ¿Por qué no se tiene un árbitro de posición neutra políticamente o al menos en condiciones igualitarias y no perversamente desbalanceadas como lo es ahora? ¿Por qué se impidió la observación internacional al proceso electoral y se invita a “veedores” que evidentemente eran cuestionables por su compromiso bien ideológico o crematístico con el régimen de turno? ¿Qué se oculta al no querer permitir que otra opción pudiese acceder al poder? Si efectivamente es cierto que, el país está mejor que hace 14 años, que “la conciencia revolucionaria” vino para quedarse, que no hay otro gobierno capaz de hacer más feliz al hombre común que el gobierno revolucionario, no comprendo porque no darle la oportunidad de “probar”, en vista que la constitución contempla el método para activar un referendo revocatorio.
No nos queda más que dudar de las “buenas intenciones” ya que de éstas “están empedrados los caminos al infierno”. La justicia es una virtud, y no un instrumento que se pueda usar al antojo, por lo que no nos quedan más que dudas que se amplían con cada acción en cuanto a intención. La Providencia nos depare la libertad que merecemos y que nuestro pueblo pueda conocer de primera mano, el progreso y el bienestar como una forma posible de vivir.

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