DESPERTARES




El tema de este escrito es homónimo de una hermosa película de Penny Marshall basada en una etapa de la vida del doctor Oliver Sacks. Estrenada en 1990 y protagonizada por dos titanes del séptimo arte, Robin Willams y Robert DeNiro. Oliver Sacks, médico neurólogo; escribió el libro que inspira la realización del film y que desarrolla la historia alrededor de Leonard Lowe (Robert DeNiro) quien ha padecido desde su niñez de “encefalitis letárgica”[1] ; una condición que se manifiesta por apatía progresiva hacia el entorno, algunos síntomas parecidos al mal de Párkinson y que culmina en un estado de letargo catatónico. La experiencia del Dr. Sacks al entrar a trabajar en el hospital psiquiátrico Bainbridge (Beth Abraham Hospital en la realidad), en el cual conviven varios pacientes con dicha manifestación, hace que se sintonice profundamente con los cuadros relacionales entre pacientes y sus familias, en especial con el caso de Leonard. Sus estudios de investigación le llevan a promover la experimentación con la L-Dopa (Levodopa) con sorprendentes resultados que le regalaron a estos pacientes, un despertar temporal a un mundo que había avanzado ya más de diez años. El centro emotivo de la película transcurre precisamente en la duración de este episodio de lucidez que experimentan los pacientes y que los relaciona con lo sentimental, los valores de la familia, el valor de una madre, el amor hacia una pareja… pero con mucho énfasis la maravilla de la vida. Una de las escenas más aleccionadoras, en la que Leonard no puede dormir incluso por encima de una dosis importante de sedantes, y manifiesta tal desesperación que el personal médico cree que está presentado un episodio esquizofrénico, desenlaza en que ante la manifestación del reaparición de la enfermedad por los síntomas que presenta, necesitaba comunicarle al Dr. Sacks “que era importante recordarle a todo el mundo, el milagro de la vida”.
Hoy, atravesando el drama de país que tenemos, y admitiendo estar contaminado por el malestar que ocasiona ver la “corrida de toros” que se escenifica en la Avenida Francisco Fajardo como emblema, y que se extiende por las principales ciudades del país con sus particulares modos, cuesta maravillarse ante el milagro de la vida; no hace falta un sesudo análisis para saber quiénes hacen de matador y quienes ponen el lomo para las banderillas del gas y la inminente estocada del disparo. Es el medio que el ciudadano inconforme con el estado de las cosas halla para hacer sentir su desespero en un país que naufraga en un caldo maloliente y denso que sofoca y asquea. Son los signos de un despertar caótico, desorientado, extraño… A esto, en medio del fragor de la refriega, dentro de este maremágnum al que nos enfrentamos, es de vital importancia que hagamos un alto para poner en orden las cosas, reflexionar, honrar a los caídos, tanta vida regada por las calzadas, tantos sueños truncados a la mitad. Todos duelen, tienen particulares señas, algunos con énfasis como Alejandro Cañizales; con tan solo 17 años salió a conquistar la libertad con su alma de poeta; porque los músicos requieren una sensibilidad especial que no todos portamos y le toco entregar su instrumento más valioso en las calles en nombre de la libertad. Miguel Castillo había inaugurado sus sueños de comunicador hace escasos días, Oriana Wadskier tiene su carrera de medicina en puntos suspensivos...
Son símbolos valiosos que están siendo inmolados para cambiar la realidad de un país que llegó con sus propios pies a las puertas del infierno. Esto merece un alto para mirar que lo que nos acontece, es el ataque impío de <<la sombra>> de nuestra propia sociedad. <<Papá Dios nos está mostrando, todos y cada uno de los defectos que plagan nuestra sociedad>> y hasta que no integremos nuestra sombra y atemos nuestros demonios, no habremos de salir de esta pesadilla. Tendemos a mirar con rabia a los perpetradores del sistema, pero quienes se encuentran desempeñando ese papel hoy; reproducen en el campo mórfico ecos del pasado que también forma parte de nuestra historia y que por acción u omisión le hemos dado fuerza. No es que esta sociedad venezolana está compuesta de angelitos de un lado y demonios del otro, flagelándonos cada cual según su parcialidad política, no. Esta infección que hoy vemos con asco, es un subproducto de nuestra acomodada sociedad que se creyó inmune tan solo con voltear la cara contra el lado más feo. Un ejemplo clásico de esta realidad ha quedado plasmada para los anales de la historia en Caracas, los edificios de San Agustín del norte (vista de nuestra ilustración, formaron una barrera estética al complejo de Parque Central, convenientemente situado para servir de pantalla ante una de las emblemáticas favelas que circundan el paisaje caraqueño.

Hemos dado la espalda a nuestros más acervados vicios para convertirlos en cancerberos que fagocitan la parte más noble pero menos fuerte de nuestra sociedad. Así, seguimos ignorando nuestra sombra porque cuesta mucho reconocer nuestros fantasmas, es más fácil idealizar, ufanarnos del lado bueno del venezolano… Y ¿qué hay de nuestros defectos, o sólo los demás tienen defectos? Tendemos a sutilizarlos, no es deshonestidad, es picardía. No es promiscuidad, es exceso de alegría…
Hoy nos enfrentamos a esta dura realidad cual si fuese una pesadilla. Deseamos fervientemente que “todo pase así como pasa un mal sueño”. Pero de no producirse un sisma, de no asumir soluciones definitivas, profundas, meditadas, a consciencia, espirituales… nos estaremos tomando una aspirina que alivia el síntoma pero no ataca la enfermedad. En nuestro film escogido de preámbulo, Leonard no se equivocó en su presentimiento del regreso de la catatonia, los efectos de la droga eran limitados y no había sido perfeccionada, por lo que se producían secuelas que hacían retroceder la terapéutica. Y su desespero por decirle al Dr. Oliver Sacks la importancia de “recordarle a todos que la vida es un milagro”, ha tenido eco en muchos que buscan el elemento superlativo del espíritu humano para practicarlo y “traer el reino de Dios a esta tierra”. Se buscan hombres y mujeres de buena voluntad para multiplicar estas certezas. El Dr. Oliver Sacks siguió investigando y enseñando hasta su desaparición en agosto del año 2015. No cabe duda alguna del arrojo de estos héroes de la piedra y el escudo, sin embargo un nuevo estado de consciencia tiene que emerger y que impulse un despertar real de nuestra sociedad para poder realmente maravillarnos de la vida.



[1] También conocida como Von Economo, en honor al pionero en la investigación de la enfermedad, que se presentó a mediados de los años 20 en forma de epidemia y que era consecuente a una faringitis, seguida de trastornos severos del sueño y que desencadenaban en el cese de la motricidad autónoma del individuo. La mortalidad se sitúa en 40% y en cuanto a los sobrevivientes, padecen de la mencionada patología. Los más recientes tratamientos emplean la L-3,4-dihidroxifenilalanina (evolución de L-Dopa) en dosis controladas y se enfocan con mayor énfasis en la terapia física para extender la respuesta neurológica.

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